Sin duda, los ciudadanos que reivindican por esta época tienen más posibilidades de ser escuchados. No es el décimo primer mandamiento, es una realidad marcada por la proximidad de las elecciones municipales y autonómicas del 27 de mayo. El comportamiento de la mayoría de fuerzas políticas es distinto al suceder corriente, o pregúntenselo a los vecinos de Tahíche afectados con el trazado de una carretera proyectada en el norte de Lanzarote. ¿Será que todos los partidos que se han interesado en la expropiación de predios hubieran atendido las demandas ciudadanas a mitad de legislatura? Falta un poco más de seis meses para las elecciones y ya comenzó a escribirse el memorial de promesas. No importa el color ni la ideología, lo que cuenta es prometer, prometer e intentar amarrar el voto así no se pueda cumplir. Un acto de responsabilidad política de las distintas fuerzas sería desempolvar públicamente el programa electoral de 2003 y establecer una comparativa entre lo proyectado y lo ejecutado. Partidos que gobiernan con mayoría absoluta, otros que lo hacen en coalición, aunque en algunas corporaciones parezca que es en colisión, y los que ahora están en la oposición, pero que dada la singularidad de la política lanzaroteña también estuvieron en el poder, podrían explicarnos las acciones emprendidas durante este mandato y sobre todo, con absoluta claridad, la razones por las que no está plasmado en la realidad el último bombardeo de ofrecimientos. Los concejales y consejeros de la oposición están sentados en los plenos de ayuntamientos y Cabildo representando a ciudadanos que depositaron la confianza en ellos, así que también deben dar cuenta del trabajo fiscalizador desarrollado a lo largo de la legislatura. Es lamentable ver sesiones plenarias en las que muchos concejales de los equipos de gobierno y partidos de la oposición no tienen la menor idea de los temas que se están debatiendo, a pesar de haberse comprometido a velar por los intereses ciudadanos y de cobrar por cada asamblea a la que asisten. Es vergonzoso. Merece un comentario especial las grotescas disputas viscerales entre quienes de palabra dicen llamarse ‘compañeros de grupo de gobierno' pero en el fondo no tiran para el mismo lado. Ojo, no confundir con las diferencias ideológicas o de formas de ejecutar un proyecto. Sin justificarlas, creo que pueden ser atribuibles al nerviosismo por la precampaña electoral y a la andanada de encuestas políticas que ponen a uno y otro partido como fuerza más votada. Sin embargo, el que no debe no teme. A la luz del ejemplo de nuestros administradores públicos, el valor de la palabra está en clara decadencia.
Tiempo de promesas, pero también de exigir cuentas
8 de noviembre de 2006, 19:28