jueves. 18.04.2024

A mediados de los años noventa nos parecía increíble que en una misma semana pudiéramos entrevistar a escritores de la talla del mexicano Carlos Fuentes y del uruguayo Eduardo Galeano, a directores de cine como Werner Herzog, también documentalista, guionista y productor y cofundador del nuevo cine alemán, y Julio García Espinosa, uno de los puntales de la consagrada cinematografía cubana. Pero además a Jorge Perugorría y Vladimir Cruz, cuando ‘Fresa y Chocolate', la película de la cual fueron protagonistas, acababa de ganar el Oso de Plata en el Festival de Berlín. Así, el grupo de producción, que entonces realizábamos el especial del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias para el canal regional público Telecaribe de Colombia, nos sentíamos privilegiados. Particularmente, como productor de televisión y periodista, es de los momentos profesionales que recuerdo con más cariño. Aunque el director del Festival era Víctor Nieto, la persona que lograba reunir y sigue reuniendo en Cartagena a tantos personajes de la literatura, el cine y la música no es otro que Gabriel García Márquez, Gabo, como aprendemos los colombianos a llamarlo desde nuestra niñez. El Festival le ha brindado este año un merecido homenaje a su mecenas.

La saciedad periodística, durante los años en que asistimos al Festival, podría haber quedado más que satisfecha con las entrevistas a realizadores, actores, jurados e invitados especiales y las charlas distendidas con ellos fuera de cámaras, sin embargo, el ver a Gabo por los pasillos del Centro de Convenciones de Cartagena de Indias, que es la sala principal de proyecciones del Festival, o merodear por los hermosos jardines del hotel Caribe, centro de operaciones del evento, nos incitó a solicitarle un entrevista. El temor: Un no rotundo, justificado además porque no es un personaje que las conceda con facilidad y menos a un grupo de jóvenes desconocidos, pero pensamos que con pedirla no se perdía nada. Un compañero y yo lo abordamos en el hotel y simplemente preguntó por la finalidad de la entrevista y para qué medio era. Le respondimos y nos dijo a secas que después la concedía. Para nosotros fue una especie de primera victoria y creo recordar que era el segundo día del Festival del 94.

La dinámica de trabajo era ver películas todas las tardes y noches, durante seis días seguidos, y por la mañana realizar las entrevistas concertadas y conseguir imágenes en vídeo de las películas con los distribuidores. Pues bien, hablando claro, Gabo nos ‘mamó gallo' (vaciló) toda la semana diciéndonos día tras día que mañana podía ser, como el famoso aviso de las tiendas de que hoy no fío pero mañana sí. El penúltimo día del Festival, lo vimos que estaba departiendo con otras personas en un comedor al lado de la piscina del hotel y, como ya habíamos realizado las entrevistas acordadas, decidimos dejar todo el equipo montado en los jardines a la espera de que regresara. Su paso por allí era prácticamente obligado. Una vez que se acercó a ‘nuestro terreno' un compañero le dijo: “Estamos listos maestro”. Se acercó, extendió los brazos pidiendo el micrófono de corbata y se sentó diciendo que su perfil era tal y que no miraba de frente a la cámara. “Prueben el sonido porque siempre se dice que está bien y luego resulta que sale mal”. No se me olvidan sus palabras en tono regañón. Prendimos el equipo cruzando los dedos para que todo funcionara a la perfección y, a pesar de que nos había jugado alguna que otra mala pasada, funcionó bien. Gabo conversó con nosotros sobre todo de cine. Habló con emoción de la influencia que habían ejercido en él las películas del neorrealismo italiano como ‘Ladrón de Bicicletas' (Ladri di Biciclette), un film de Victorio De Sica del año 49, y de las películas de bajo coste y extraordinarios guiones por las que debían apostar los países latinoamericanos en la modalidad de coproducción. Mencionó la producción cubana ‘Fresa y Chocolate' como un buen ejemplo a seguir. No nos quejamos porque el escritor se explayó, aunque hubiéramos deseado más de los cuarenta minutos grabados. En lo que decidió que era su última respuesta, dijo que no hablaba más porque nosotros pretendíamos que en una sola entrevista lo dijera todo y eso no estaba bien. Se levantó, nos sacamos una foto con él, firmó un libro y se fue. El gerente de Telecaribe, Jaime Abello Banfi, hoy director de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, no podía creérselo. La Fundación fue constituida por el Nobel y tuve la suerte de participar en el curso titulado ‘Cómo contar historias en televisión'. Valoramos aun más la entrevista con Gabo cuando una periodista chilena nos contó en el mismo Festival que para los medios extranjeros el escritor cobraba 10.000 dólares, dinero que destinaba al mantenimiento de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba. Y sí que ha merecido la pena, en ella se han formado grandes profesionales de la producción audiovisual. La Escuela recibió el premio Rossellini en el Festival de Cannes, que la consagra como una de las mejores instituciones de su tipo en el mundo. Fuera de las salas de cine y de los actos formales del Festival de Cartagena, Gabo es un bacán caribeño, vestido impecablemente de blanco, que le gusta mamar gallo, el baile y una que otra copa, así de fresco se mostraba en las fiestas nocturnas de la ciudad amurallada junto a su mujer, Mercedes Barcha. Este año, que se habla tanto del precursor de Macondo por la triple celebración: sus ochenta años de edad, las cuatro décadas de la publicación de Cien Años de Soledad y los veinticinco años del Premio Nobel de Literatura, decidí escribir estas líneas recordando que me traje a Lanzarote la foto de esa luchada entrevista.

El García Márquez que conocí
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