En este repaso que estamos haciendo a vuela pluma por los asuntos importantes que nos dejamos atrás en 2008 no nos queríamos olvidar del caso de Expedita Santana, la joven que apareció brutalmente asesinada el pasado 7 de diciembre y de la que por desgracia no hemos vuelto a saber nada.
Y lo hacemos, nos acordamos de ella en un día como hoy, porque queremos que su asesinato no quede impune, como por desgracia han quedado impunes otros que han ocurrido en esta tierra de singulares contrastes.
No se trata de que ahora queramos hacer un ejercicio de demagogia barata o un burdo intento de asustar a la población a través de un relato más o menos escabroso. Se trata de poner el acento sobre una cuestión fundamental en cualquier sociedad moderna y avanzada como se supone que es la nuestra: la seguridad.
Y no podemos sentirnos seguros cuando pensamos que hay una o varias personas capaces de cometer un crimen tan atroz como el que se perpetró contra una joven a la que es evidente que habría que haber ayudado a no vagar sin rumbo por nuestras calles. Eso ya no tiene solución, pero lo que sí que tiene solución es que se encuentre al o los culpables.
En los medios sentimos cierta frustración con este tipo de casos, sobre todo porque las personas que los investigan se acogen siempre al secreto de sumario para no contar absolutamente nada. Ha pasado más de un mes del asesinato y no se ha vuelto a saber nada del tema, ni una pequeña noticia que haga tener esperanzas sobre la resolución del crimen.
Carmelo García Déniz dice que se están haciendo los esfuerzos oportunos para el esclarecimiento de este horrible crimen, de momento sin castigo conocido o por conocer. También nos ha dicho en no pocas ocasiones que los otros casos se han dado por cerrados, unos por la imposibilidad manifiesta de encontrar a el o los culpables y otros con culpables que ni siquiera terminan de convencer a los familiares, como es el caso de Yasmila, la joven que en teoría asesinó el novio militar que luego a su vez se suicidó en el aeródromo.
Y es que a estas alturas cualquiera se hace un lío ya entre los casos que están resueltos y los que están por resolver, como por resolver está, y también nos queremos acordar hoy de ellos, la desaparición de los niños Geremy Vargas y Sara Morales.
No vamos a cargar contra Carmelo García Déniz, que entendemos que está haciendo lo que puede con lo que tiene a su alcance. Ni siquiera con el nuevo comisario de la Policía Nacional, que apenas ha tenido tiempo de aterrizar en su puesto. Sin embargo, sí nos metemos con la falta de información, con la poca transparencia informativa que hay en estos momentos alrededor de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que no olvidemos que están al servicio de todos, y que no olviden ellos, que es precisamente a los medios de comunicación a los que tienen que facilitar su labor para que a su vez éstos transmitan a la sociedad todo aquello que se pueda contar y que de algún modo sirva de consuelo.
De vez en cuando los que seguimos el acontecer diario de esta particular tierra de múltiples sucedidos nos damos cuenta de que el ciclo de la vida, ese por el que todo se repite una y otra vez y que tan mal sentó al pobre Rey León, se puede aplicar también a las noticias. Es, siguiendo con dibujos animados de ayer y hoy, como el magnífico ejemplo que nos dieron con la serie “Érase una vez el hombre”, esa en la que sus geniales creadores, a los que sí que habría que haber llenado la casa de premios, nos mostraban cómo a lo largo de la historia de la humanidad siempre ha habido los mismos personajes en distintas situaciones: el sabio, el tiñoso, el jefe, el fortachón, el valiente... En el ciclo de las noticias es igual, aunque con un matiz, aquí no sólo se repiten los personajes sino el contenido de las informaciones.
En el pasado nos hicimos eco de lo contrario, de los desesperados comunicados de prensa que envíaba la Policía Nacional en los tiempos en los que la dirigía magníficamente el comisario Raimundo Villanueva, comunicados que creemos que le costaron el puesto y en los que no hace falta ser un eminente criptólogo para darse cuenta de que existía un mensaje cifrado poco oculto y con muchas ganas de ver la luz, el hecho incuestionable de que todo el esfuerzo que realizaban para detener a los amigos de lo ajeno se veía truncado en las instancias judiciales que inmediatamente después los ponían de patitas en la calle. Nos consta que esta semana ha habido varias detenciones, pero no ha llegado ningún comunicado. Está claro que las maneras y las formas han cambiado, para mal.
Hace tiempo escribimos que el que redactaba esos comunicados es un cachondo, una de esas personas que sabe ponerle humor a lo cotidiano y que le sabe quitar hierro a los asuntos más peliagudos. Fue el mismo que tituló hace algunos años que un argentino había robado en la calle Argentina, poniendo entre paréntesis “como su propio nombre indica”. Casualmente este mismo argentino que robó en la calle Argentina era el que volvió luego a ser detenido en circunstancias similares y que volvió a ser puesto en libertad en circunstancias más similares todavía.
Muy poco serio le debe parecer a un caco argentino, chileno, mauritano o chino la lucha contra el crimen que se emplea en un lugar como Lanzarote, en el que da igual el número de veces que uno delinca, porque siempre quedará en libertad. Ya se han aprendido el truco, y saben que aunque les trinquen con las manos en la masa poco o nada les va a pasar, salvo alguna que otra reprimenda de los sufridos agentes de la ley y el orden, quienes, no sería extraño, cualquier día de estos deciden hacer una huelga de arrestos caídos, vamos, de pasar olímpicamente de correr por vigésimo octava vez detrás del argentino de la calle Argentina.
Los que conocemos el ciclo de las noticias sabemos ya la respuesta oficial que se da en estos casos. La extraoficial es la verdaderamente interesante, es la que nos habla de que los jueces no tienen más remedio, al menos eso dicen ellos, que dejar en libertad a los delincuentes que cometen las fechorías menos gordas porque no hay sitio donde meterlos, entre otras muchas razones porque la cárcel de Tahíche hace ya varios telediarios que se encuentra saturada, cosa que se supone que cambiará con la remodelación.
Mal ejemplo estamos dando a los amigos de lo ajeno. Les estamos quitando una de las mayores emociones que puede tener su oficio, el miedo a que a uno le atrapen. Poca emoción puede tener robar en una tienda, quitarle la pensión a una pobre anciana a la salida de un banco o sustraer un kilo de magdalenas en un supermercado si se sabe de antemano que no hay castigo para el delito. ¿Qué sociedad podemos construir si los que deben velar por que se cumplan las normas básicas de conducta no ponen los medios para que sea posible hacerlo, qué ha pasado con el cachondo que escribía las notas de prensa, también lo han destituido?
Volviendo al tema de Expedita Santana. No estaría de más que alguien nos informara de algo, alguien dijera cómo va la investigación. ¿No merece el mismo trato que el resto de los asesinatos, no merece esta joven que se esclarezca su brutal asesinato y se encuentre a los culpables? Nosotros creemos que sí.