jueves. 28.03.2024

¡Que felicidad! La verdad es que cuando hasta ahora nos preguntaban qué era para nosotros ser felices, nos costaba siempre encontrar una respuesta. A partir de ahora, ya lo tengo claro. Cuando Belletti marcó el segundo gol sentí una explosión de alegría y de júbilo que fue un chispazo de felicidad que se transformó en total cuando el árbitro pitó el final del partido.

La última vez que el Barcelona levantó el título de campeón continental (el único que había conquistado hasta la fecha) el arriba firmante tenía once añitos y la felicidad entonces no era plena porque uno no alcanzaba a entender las dimensiones de esta gesta, no entendía el cúmulo de circunstancias que tienen que concurrir para que un equipo se proclame campeón de Europa. Suerte en momentos precisos, tener una buena plantilla, que el arbitro no la pifie...Ahora si puedo decir que sé lo que realmente cuesta ser campeón en algo...

No es arriesgado decir que en otras épocas, con otros equipos, esta historia posiblemente hubiera tenido otro final. Pero este Barça es grande, muy grande. Más allá de su indiscutible talento futbolístico, todos y cada uno de sus jugadores tienen casta y orgullo. Casta de campeones y orgullo de ganadores. Nadie se dio un respiro, nadie se dejó llevar por el desaliento, todos creyeron que se podía doblegar al Arsenal. Y se doblegó, ¡vaya si se doblegó!

Con la Copa de Europa en las manos de Puyol, todo el barcelonismo entendió que valió la pena sufrir. Comprendió la grandeza de este equipo y de este grupo humano. Se rindió a Valdés, que evitó en más de una ocasión que la Copa tomara el camino de Londres. Se emocionó con el corazón blaugrana de Puyol, con las ganas de Ronaldinho, que no hizo el partido de su vida pero se entregó como el que más. Vibró con el gol de Eto'o y tocó el cielo con el de Belletti. ¡Qué grande es este Barça! ¡Y cuántas alegrías más aún nos ha de dar porque es el fútbol en estado puro!

¡¡¡Qué grandes!!!
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