jueves. 25.04.2024

Perdido, rodeado de arena, testigo de la belleza de las dunas doradas al caer el sol. Al galo Thierry Sabine se le hizo de noche en el desierto de Libia cuando disputaba el rally Abidian-Niza y en mitad de su delirio se prometió que crearía una prueba que recorriese África saliendo de París. Así nació, un año más tarde, el primer París-Dakar de la historia. El 26 de diciembre de 1978, 170 valientes salían en busca de la aventura y Cyril Neveu, un joven de 21 años, fue el primero en llegar.

Con 28 ediciones a sus espaldas, el rally Lisboa-Dakar se ha consolidado como la prueba más dura y temible de cuantas se celebran en el calendario automovilístico, aunque ello no frena a los cientos de pilotos que cada año toman la salida en este rally solo apto para los más osados, los cuáles sienten una especie de atracción fatal por las dunas, la quietud y el peligro que envuelve a esta carrera.

José Manuel Galán y Adolfo Suances, dos conejeros bonachones e intrépidos, cumplen su tercera participación en esta odisea en la que los participantes, además de tener que hacer frente a las más adversas condiciones meteorológicas y físicas, ponen a prueba su capacidad de sufrimiento, sacrificio y su compañerismo, porque en estos lugares es muy fácil ser egoísta.

“El reto es llegar, la posición no importa”. Las palabras de Galán permiten hacernos una idea de las penurias y las dificultades a las que tienen que hacer frente los pilotos durante los 16 días de competición, en la que el 70% de los participantes, por uno u otro motivo, no acabará la prueba. Y es que como dicen muchos de los que han participado alguna vez en el Dakar “el desierto es el paraíso de la táctica y el infierno de la logística”.

Esperemos que Galán y Suances, que por cierto siempre hicieron gala en carrera de su talante afable y de un alto nivel de compañerismo, puedan cumplir su delirio de llegar al Lago Rosa.

La aventura que nació de un delirio
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