Fotos: Anabel Alonso
¿Me vende un poco de tierra? Llegaron en un taxi a las puertas del cementerio. Dos mujeres de origen latinoamericano, al ver a un funcionario del camposanto, se interesaron por la posibilidad de comprar “un poco de tierra”. Por supuesto, nadie les dejó llevarse lo que habían venido a buscar. Lo que a ojos de la gente de a pie parece algo inconcebible, ya no sorprende a las personas próximas al trabajo que se realiza en el cementerio.
Alertado por un trabajador municipal anónimo, que planteó a este diario la posibilidad de que el osario del cementerio de San Román fuera objeto de nuevos saqueos, más comunes en el pasado, Crónicas emprendió una investigación para tratar de llegar al fondo de este asunto. Ni las insistentes llamadas a la concejalía de Sanidad, responsable del camposanto, ni las indagaciones entre las fuentes sindicales del Ayuntamiento, ni la Policía Local de Arrecife, han desvelado ningún tipo de incidente en San Román.
Finalmente fue una fuente muy próxima a los propios trabajadores del camposanto, que prefiere quedar en el anonimato, quién relató a este diario las macabras prácticas que se llevan a cabo en el cementerio. El Ayuntamiento, al parecer, no da mayor importancia a los rituales que practican algunos ciudadanos en el mismo camposanto. Por fortuna, las únicas perjudicadas hasta el momento han sido decenas de gallinas y palomas, cuyos cuerpos descabezados aparecen todas las semanas a las puertas de San Román.
Demasiado a menudo los rumores que llegan a los medios de comunicación se confirman como realidad. Y guiado por un rumor, este diario ha sabido que los rituales macabros en el cementerio no sólo son reales, sino que son el pan nuestro de cada día para las personas que trabajan allí.
Se comentaba la posibilidad de que el Ayuntamiento hubiera ordenado el cierre del osario de San Román por los robos de los que era objeto. Y fue éste el único asunto que ha sido desmentido por una fuente autorizada. El osario lleva cerca de dos años cerrado con soldaduras. Concretamente después de la tormenta Delta, que arrancó la puerta revolviendo algunos huesos. Por esta razón, y también porque entonces sí se daban casos de robos, se ordenó el cierre del osario.
Rituales macabros
Hay quién temía que los huesos fueran robados para la práctica de rituales vudú y santería fuera del camposanto, pero la verdad ha resultado ser mucho más macabra. La mayoría de los ritos se llevan a cabo en el mismo cementerio, y muchos a plena luz del día. Por si fuera poco, no parece que sea algo excepcional. Los muñecos vudú y las gallinas descabezadas han llegado a aparecer todas las semanas.
Las dos mujeres que llegaron en busca de tierra tuvieron la mala suerte de encontrarse con un funcionario a las puertas del cementerio. Muchos otros lo hacen por su cuenta. El recinto de San Román es grande, y sólo un sepulturero está a cargo del camposanto en un mismo turno. A la mínima labor que tenga que desempeñar, el cementerio se queda sin vigilancia.
Con bastante frecuencia, entre las tumbas se encuentran muñecos vudú, col alfileres clavados por todas partes. A menudo incluyen el nombre y la fotografía de las personas contra las que van dirigidos.
En otra ocasión, durante la preparación de un enterramiento se encontró enterrada la fotografía ensangrentada de un joven.
Ya son varias las veces que se encuentran gallinas y palomas desangradas y con la cabeza cortada encima de las tumbas. En alguna ocasión, los cuerpos de las aves estaban rodeados de velas.
Inseguridad en el cementerio
Se sabe a ciencia cierta que la seguridad en el camposanto de San Román es prácticamente inexistente. Con tres sepultureros en plantilla, el cementerio es uno de los que más tarde cierra de toda Canarias. Lo hace a las nueve de la noche, y en invierno éstas son horas nocturnas. En Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, los cementerios cierran sus puertas a las seis de la tarde.
Hay quién pide que se coloquen cámaras de seguridad en el cementerio, o como poco un vigilante en horario nocturno, para poner freno a los desalmados que no respetan ni a los muertos. Pero parece que el Ayuntamiento prefiere no sacar a la luz estos hechos. Porque así las familias están más tranquilas.
Profanación en Haría
Hace ahora justo un año, la opinión pública lanzaroteña se escandalizaba al conocer la noticia de una profanación en el cementerio de Haría. En aquella ocasión el osario del camposanto, que lleva más de tres décadas sin ser usado, fue profanado y los huesos esparcidos en forma de montículos por todo el recinto. Desde que se produjera este lamentable hecho, nada se ha sabido de la investigación en manos de la Guardia Civil. Ya entonces se dijo que podría tratarse de alguna secta aficionada a los ritos satánicos.
Las sospechas en este sentido no son gratuitas. Desde hace años Canarias ha estado presente en todas las estadísticas y estudios sobre nuevas religiones como uno de los puntos del país con mayor proliferación de grupos sectarios. En 2002 se contabilizaban unas 50 repartidas por todas las Islas, a las que se habían unido ya 10 mil o 12 mil personas y unas 7.500 familias, unas cifras alarmantes con las que se demuestra la capacidad de expansión y de convencimiento que logran a su alrededor. Para atajar el problema lo primero es definir qué grupos de este tipo son conflictivos y destructivos para la persona, y cuáles simples manifestaciones de nuevas formas religiosas. Aunque es difícil distinguir entre ambas, todos los expertos coinciden en dotar a las sectas de un objetivo común que las caracteriza y que las diferencia. Y es que el único interés final que persiguen las sectas es el dinero. Aunque la fe y la espiritualidad sean las cartas de presentación y la defensa en la que se escudan, el único objetivo que motiva a estos grupos es el económico. Para conseguirlo utilizan todo tipo de métodos para que los que se acerquen pierdan cualquier capacidad crítica o voluntad y sobre todo los alejan de cualquier estímulo exterior que les haga discernir entre lo correcto y lo incorrecto.