Ahora, sabiendo que lo van a bajar del avión, la obsesión del mediocre es llevarse con él a Franco. No importa dónde, lo que importa es sacarlo de Cuelgamuros y meterlo en un lugar menos suntuoso. Tampoco importa hacerlo con nocturnidad y alevosía y a golpe de decreto, con la complicidad cínica de esa alpispa que es la ministra de Justicia. Da igual, lo importante es sacar los despojos del dictador de su tumba y enviarlos a un lugar ignoto donde no puedan formar parte de la historia. Por desgracia para muchos y por suerte para otros, Franco ya está en la historia. Yo me encuentro entre los enemigos de los dictadores, pero no sólo hay que achacar a Franco los crímenes de la guerra incivil. El otro bando cometió idénticas atrocidades y sus prebostes siguen enterrados en los mismos lugares e ignorados por los mediocres. Habría que procurar enterrar los odios, en Cuelgamuros o en otra basílica, y no resucitarlos cada dos por tres para tapar los errores del presente. El mal pasado debería servir para no repetirlo pero el mediocre y su banda están empeñados en renovarlo, pactando con los independentistas catalanes, los filo etarras y la izquierda radical, que fueron quienes originaron aquella desgracia llamada Frente Popular. A mí Franco me la trae al pairo, pero la historia no se cambia derribando caballos de bronce con jinetes ridículos de botas altas, ni cambiando rótulos de calles. La historia se cambia mejorando el presente para que el futuro sea también mejor. Lo demás es una mierda y un engaño. Dejen a Franco quieto, que es un cadáver y ya no mata, y pónganse a trabajar por una España mejor, sin echarle la culpa a los muertos. Ellos no, ellos a seguir siendo mediocres, porque son tan mediocres que no pueden ejercer de otra cosa.
Publicado en Diario de Avisos