jueves. 01.05.2025

Existe una inveterada tendencia a que las cosas de este mundo, y en especial de la política, incluidos prólogo, nudo y desenlace, provengan de la entrepierna. Fíjense, si no, en políticos del Congreso que colocan a sus cónyuges en puestos de preferencia, bajo el paraguas del amor, y a otros variados personajes que premian a sus novias con los placeres, vamos a suponer, de una distinción remunerada. La entrepierna siempre ha funcionado en España y últimamente se ha perdido el pudor porque en tiempos de la oprobiosa ahí estaba de guardia doña Carmen Polo para que nadie supiera jamás quiénes eran las queridas de sus ministros. Hombre, algunos se le escapaban, porque sabida fue la relación de su cuñadísimo Serrano Súñer con la marquesa de Llanzol y toda la parafernalia que rodeó a ese lance. O los devaneos amorosos del teniente coronel –luego general y ministro- Beigbeder, en su tiempo entre costuras. Ahora los cronistas cuentan las maternidades y paternidades remuneradas de Irene Montero, Pablo Iglesias y hasta de su ex, la atractiva Tania Sánchez, del bebé de Carolina Bescansa que chupó teta en el escaño y de los amores de diputados y diputadas, de presidentes de comunidades y de periodistas; y todo eso, sin solución de continuidad. Domingo de Laguna, paz descanse, que era un cronista social bruto y genial al mismo tiempo, definiría el ambiente como “un puterío”. Yo, no. Porque la cosa no sucede sólo aquí, cuando Aznar colocó a Ana Botella de alcaldesa de Madrid, sino de allá, cuando Clinton puso a su Hillary de secretaria de Estado y casi de presidenta. Y el general Perón a su Evita de conseguidora y a su Isabelita de presidenta, como su heredera. Yo sé que la cosa de la jodienda no tiene enmienda, pero empiezo a hartarme de tanto juego de entrepierna. Ay.

Publicado en Diario de Avisos

El juego de la entrepierna
Comentarios