Hace falta ser tonto de capirote para reflejar en unas memorias tempranas, extemporáneas y dictadas a una poco cuidadosa amanuense que lo primero que hizo Sánchez, al llegar a La Moncloa, fue cambiar el colchón en el que dormían Rajoy y su mujer. Además, es mentira, porque cada vez que entra un nuevo inquilino a esas dependencias lo primero que se cambia es el colchón, diríamos que de oficio. Ni siquiera ha sido Sánchez capaz de tomar una decisión tan nimia. Pero en este país de somnolientos y de embobecidos ha molado más la bobería del colchón que confundir a San Juan de la Cruz con fray Luis de León, lo cual sí es un lapsus, metedura de pata e ignorancia mucho más rotunda. Como lo es revelar conversaciones con el rey, que además de un asunto de mala educación supone también una falta de respeto hacia el jefe del Estado. Sánchez no da una, emulando al iletrado Zapatero, el amigo del dictador Maduro, el mediador que no media, el relator que no relata, el gafe inmisericorde e irredento que ha instalado a España en el más rotundo ridículo internacional. He dicho varias veces que no ha tenido el PSOE suerte con sus dos últimas cabezas de cartón piedra, pero los votantes de este partido son tan contumaces que es hasta posible que vuelvan a situar a Sánchez al frente de la lista del próximo día electoral. Y es que España se alimenta siempre de sus propios errores, tarda en lamentarlos y así pasa lo que suele pasar. Yo no pienso leer ese bodrio, pero por lo que dicen el libro es una auténtica mierda. De entrada, parece impensable que un político en el ejercicio de su cargo escriba unas memorias. Esto siempre se ha dejado para después. Yo a Sánchez le regalaría un colchón de púas.
Publicado en Diario de Avisos