jueves. 25.04.2024

Por Fernando Marcet Manrique

Si yo fuera un poquitín supersticioso no podría estar menos que preocupado por los hechos acontecidos este sábado en Puerto del Carmen, a eso de las 19:30 horas.

¿Qué es lo que hace que una bengala, de entre todas las direcciones posibles, acabe cayendo justo en la embarcación que transporta a la figura de la virgen que da nombre a la población y a las festividades todas, destrozando la imagen e hiriendo a sus porteadores? La patrona del mar herida en su propio elemento. Stella maris queriendo ofrecer un postrero fulgor ¿Casualidad? Seguramente no sea más que eso, aun así, para mí el suceso tiene cierta poesía intrínseca, cierto halo de relato místico que me lleva a reflexionar acerca de lo que somos y cómo hemos llegado hasta aquí.

En otras épocas me imagino que un suceso de este tipo habría sido interpretado como una advertencia de los dioses, un mal augurio de la peor especie, el aviso de inminentes desastres y peores plagas. Se elaborarían ofrendas y sacrificios varios para calmar la ira de las divinidades. Las gentes se recluirían días enteros en sus casas, orando, confesándose, tratando de expiar sus pecados. Hoy no. Hoy, simplemente, se contempla el caso con la frialdad racional de quienes estamos acostumbrados a manejarnos por el mundo como si lo supiéramos todos de él, como si ya no quedaran secretos por descubrir ni misterios que revelar. Creemos estar de vuelta de todo, y en realidad no hemos hecho más que partir, somos una civilización en pañales que apenas salió de las cuevas el otro día, como quien dice. Pero por más que pretendamos desvincularnos del mundo en el que habitamos, por más que coloquemos barreras entre el planeta y nosotros, por más que lo explotemos como si con su merma no fuéramos a sufrir consecuencia alguna, por más que pretendamos encerrarnos en nuestras torres de marfil, hay lenguajes que ni el más autista de los seres puede dejar de entender.

Lo malo de estos episodios, cuando ocurrían en el pasado, era que algunos se arrogaban la capacidad de interpretar su significado. Y no pocas veces utilizaban tales privilegios con los fines más mezquinos. Jugaré yo a ser el chamán de la tribu esta vez:

Miles de Madeleins mueren ahogadas a escasos cientos de kilómetros No son rubias, ni sus ojos son azules, pero probablemente tengan derecho a un futuro también. Algunas son recogidas por cruceros de placer repletos de gente acomodada, gente que vive en otro mundo aunque también vive en este. Desde luego, si yo fuera patrona del mar no sé lo que haría, pero no me gustaría seguir siendo testigo de esta monstruosidad. No me gustaría seguir acogiendo en mi seno los cadáveres de la indiferencia, los muertos de los que no importa que mueran. Los medios de comunicación de los ricos volcados en un único caso, analizado milimétricamente, convertido en entretenimiento mediático veraniego, evidenciando esa fe occidental que nos lleva a creer a pies juntillas que pertenecemos a una especie distinta de seres humanos, como si verdaderamente creyéramos que una simple frontera trazada en un mapa es suficiente para separar a los merecedores de vivir de los otros, a aquellos cuya pérdida es una catástrofe de esos otros a los que morir es lo mejor que les puede pasar. Bengalas a mí, ya tuve suficiente, a estos no quiero patronearlos más.

Puerto del Carmen simboliza ese inmenso crucero concebido para uso y disfrute de los rubios con ojos azules. El ocio de los ricos, tanto más obsceno cuanto más cercana es la miseria de los africanos. Y que no me hablen los de siempre de nacionalismos culturales, yo no estoy diciendo nada de “hermanarnos con nuestros orígenes africanos”, si en vez de ser canario fuera noruego seguiría diciendo exactamente lo mismo (lo de haz el bien y no mires a quien fue una frase que se debió quedar en algún recodo del camino cristiano). Tampoco hablo de revoluciones contra la burguesía acomodada, ni de luchar contra el sistema, excusas para hacer la guerra en la otra ventanilla. Simplemente hablo de sentido común, de la más elemental de las justicias entre todos los humanos, sin distinción de ningún tipo. Aquí hay ricos demasiado ricos, allí hay pobres demasiado pobres, si se contempla desde una perspectiva global, hay que ser muy ciego para no ver que algo no funciona. Estos días el Banco Europeo está inyectando cientos de miles de millones de euros a la rueda económica para paliar los efectos colaterales de la crisis hipotecaria estadounidense. Cientos de miles de millones de euros. Alguien decidió, un día, dejar fuera de la ecuación del reparto mundial de riqueza a quienes vivían en todo un continente, y desde entonces hasta ahora la brecha no ha hecho sino aumentar. África es la prueba más flagrante de nuestro fracaso como especie y como civilización. Superar ese escollo es ineludible si queremos seguir avanzando. ¿Cómo puede nadie estar pensando en llegar a Marte y colonizarlo cuando aquí mismo tenemos a tanta gente muriendo de hambre y todavía existen unas desigualdades tan brutales? No me cuadra en absoluto. Cuando firmemos la paz con este planeta demostraremos estar capacitados para conquistar otros, no antes.

El nombre “Carmen” procede de Monte Carmelo, una cordillera palestina (en el actual Israel), y el significado de la palabra “Karmel” vendría a ser el de “jardín”, y también “los viñedos de dios”. Sí, en Puerto del Carmen hay jardines. Y viñedos también, vaya si los hay. Nada tengo en contra de los jardines, tampoco contra los viñedos, ¿quién podría? Que corra el vino a espuertas, que bailemos todos en torno a enredaderas y rosales, pero no mientras un continente entero muere tras el cristal que nos separa. Si hubiera una imagen para la pura maldad, para mí sería la del ricachón ebrio de satisfacción mientras contempla la miseria del muerto de hambre, aquel absolutamente inmune a las desgracias de este. ¿Seguiremos edificando nuestro mundo en torno a eso? Porque si es así, no sé ustedes, pero yo me bajo en la próxima. Y casi les recomendaría que no restauraran la figura de la Virgen del Carmen, ¿quién sabe? Tal vez fue ella la que quiso quitarse de en medio. De todos modos, no me negarán que ahora mismo la patrona que mejor le quedaría a Puerto del Carmen, como a casi todo el mundo occidental, es el de Santa Divisa. Que saquen a esa en procesión, sería todo un acto de coherencia.

Procesión premonitoria
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