viernes. 29.03.2024

Por Fernando Marcet Manrique

Cinismo: disposición a no creer en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones o acciones, así como una tendencia a expresar esta actitud mediante la burla y el sarcasmo. (extracto de la wikipedia, entrada “escuela cínica”).

Jota dice que todos somos iguales. Igualmente miserables. Que todos vamos a lo nuestro y que lo único que nos diferencia es que unos reconocen y asumen esta verdad incuestionable con naturalidad y otros en cambio gustan de ir de buenos o santurrones por la vida. Es decir, los realistas y los hipócritas. Ni que decir tiene qué bando es el suyo. Jota tiene las ideas claras, y no va a dejar que nada ni nadie le haga cambiar de idea. Ha construido su vida a partir de esa premisa, a partir de ese fundamento dogmático: Todos somos egoístas y miserables.

Jota se pasa el día despotricando contra los que él llama “superiores morales”. Dice que ellos son igual de golfos que el resto, y que el hecho de ir con un discurso “buenista” por la vida los hace doblemente patéticos, doblemente falsos, doblemente repudiables.

Jota tiene una revista. Es periodista y, a veces, si consigues sorprenderle con las defensas bajas, te reconoce que una vez concibió el periodismo como esa noble dedicación encargada de mostrar las realidades sociales para que los ciudadanos sepan cuáles y donde están los problemas que es necesario afrontar. Eso sí, enseguida puntualiza que aquello fue una crisis pasajera, el típico sueño de juventud tan pleno de ilusión como falto de experiencia. La experiencia, amigo mío, la experiencia, te dice cuando se embala, es lo que me ha convertido en esto que soy ahora. ¿Dices que miento, que manipulo, que vendo mi revista al mejor postor? ¿Y cómo crees que he podido sobrevivir hasta ahora? ¿Crees que ahora mismo tendría mi propia empresa? Si me hubiera dejado llevar por mis escrúpulos juveniles en estos momentos estaría trabajando en algún gabinete de prensa de un partido político, inventando y maquillando realidades, exactamente igual que ahora, pero cobrando mucho menos y con mi puesto de trabajo pendiendo de un hilo. Gracias, pero no. Después de todo lo que he visto y oído no consiento que nadie me venga con discursitos éticos ¿Qué crees que hacen los demás? ¿En qué mundo te crees que vivimos? Echa un vistazo a tu alrededor. Todo lo que nos rodea es un delicado juego de intereses enfrentados entre sí. Cada cual va a lo suyo, cada uno intenta quedarse con la parte del pastel más gorda. Y no te equivoques, en este juego no hay árbitros, solo jugadores. O estás dentro del juego o te quedas fuera, no hay más opciones. Eliges bando o te montas el tuyo propio. Pero no intentes ir de bueno o de escrupuloso porque no, porque así no funcionan las cosas.

Cuando Jota se pone así casi puedo ver la decepción en sus ojos. Son los ojos de alguien profundamente desilusionado respecto a sus congéneres humanos. Él nunca te lo reconocerá, es un gran cínico y como tal no se permite mostrar el menor resquicio emocional, pero yo sé qué es lo que hay detrás de ese cinismo suyo. Su actitud de sálvese quien pueda es el último recurso del alma sensible que necesita una armadura para enfrentarse a tanto egoísmo y tanta bazofia. Ya que no puedo arreglar el mundo, asumamos el mundo tal cual es y entremos a saco. Seamos copartícipes del desmadre colectivo, al menos para que no se nos quede cara de tontos. Para dejarme robar, robo yo primero.

Lo que puedo asegurar es que Jota es consecuente consigo mismo hasta la extenuación. Si alguien monta una manifestación de lo que sea, enseguida va a buscar los motivos ocultos que hay detrás. Si alguien quiere recoger firmas para algo, teledirigidos estarán. Si unos chavales quieren constituir un partido político, eso no es normal, seguro que uno o varios empresarios mueven los hilos. Si alguien crea un medio de comunicación nuevo, intereses descarados. Si se montan asociaciones, algo andarán buscando. Si se hacen chistes en internet, ¿quién los promueve? Si se escriben artículos de opinión pretendidamente independientes, él se descojona.

Por todos lados ve dobleces, en todos sitios reinterpreta los actos buscando intereses inconfesables. Y es que, como el ladrón, el cínico está firmemente convencido de que todos somos egoístas, ruines y dañinos si nos dejan. Él no se inventa nada, te dirá, las cosas son así, la realidad es como es, no como nos gustaría que fuera. Las buenas intenciones quedan muy bonitas en las películas de Disney, pero en la vida real no tienen cabida. En la vida real todos somos golfos, ladrones, maleantes, vagos, egoístas,..., excepto cuando tenemos que disimularlo, también por propio interés.

A veces tengo ganas de ser cruel y contestar a Jota que su “mundo real” es un infierno en el que no me gustaría habitar. Debe ser duro vivir convencidísimo de que todas las personas que te rodean te harán daño si pueden. ¿Cómo vivir sin nadie en quién confiar? ¿Cómo pasear tranquilamente por la calle creyendo que cualquiera de los transeúntes con los que te cruzas te perjudicaría si tuviera ocasión?

Jota adoptó el cinismo como fórmula de supervivencia, tanto profesional como personalmente. Sus furibundos ataques contra los que él dice que van de “superiores morales“, contra todos aquellos que pretenden cambiar las cosas para que en nuestras sociedades haya menos competición y un poco más de colaboración, son en el fondo la reacción típica de alguien que se enfrenta a sus propios demonios. ¿Y si resulta que al final no éramos todos tan infames? ¿Y si al final va a resultar que los seres humanos somos mucho mejores de lo que tú creías, Jota? ¿Y si has estado equivocado durante todo este tiempo? Hasta los más cínicos, al final, necesitan dar sentido a su propia existencia. Ojalá, Jota, aunque sea tarde, lo encuentres tú también.

Jota, el cínico
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