lunes. 12.05.2025

Por Miguel Ángel de León

El miércoles de esta semana se celebraba el día de San Francisco de Sales, que fue nombrado tiempito atrás patrono de los periodistas, que también son unos santos, como es fama. El Castillo de Sales viene estando en Saboya, un lugar con rima muy peligrosa con la que siempre hacen chistes fáciles los adictos al humor grueso. Casualmente, ese mismo miércoles aparecía en toda la prensa mundial la noticia de la muerte del periodista polaco Ryszard Kapuscinski, reputadísimo nombre y apellido que no conviene repetir en voz alta si uno no es polaco y hay gente alrededor. Kapuscinski (lo he escrito a la primera, con dos... dedos), Premio Chinijo del Rey de Comunicación, era de la idea equivocada (lo siento, se siente) de que para ser buen periodista hay que ser buena persona. ¡Y un cuerno! Por si la bobada fuera chica o manca, añadía el maestro que no se puede hacer buen periodismo desde el cinismo. Si eso fuera o fuese cierto, nos cargaríamos de un plumazo a toda la gran escuela americana del mejor periodismo del siglo pasado, de cuyo inherente cinismo dio buena cuenta al menos en dos películas (las dos que están consideradas como las mejores del cine sobre el cuarto poder) el también centroeuropeo de nacimiento Billy Wilder.

Hay cosas peores que el cinismo en la profesión. En una excelente columna titulada “Llanto por el periodismo” retrataba algunas de ellas la periodista vasca Isabel San Sebastián: "No está de más advertir que, en el momento actual, por cada periodista digno de ese nombre que honra la profesión circulan varios truhanes que la ensucian con su conducta. Hoy abundan entre nosotros los copógrafos comedores de excrementos, muy apreciados por el mercado audiovisual. Proliferan los carroñeros mediáticos, que se caracterizan por deglutir impunemente cadáveres famosos y saciar su sed de audiencia con lágrimas ajenas cuya administración irresponsable conduce al linchamiento. Se multiplican los que instigan broncas de plató que acaban en los tribunales y bloquean a una Justicia ya de por sí saturada. Y surgen del rincón más hediondo los explotadores de niñas asesinadas, fuente infalible de morbo e ingresos multimillonarios. Pero, si de millones hablamos, es menester mencionar a la categoría más peligrosa de cuantas integran esta fauna de reptiles mediáticos: la de los mercenarios. Son los que visten trajes de marca caros y en apariencia son respetables y hasta prestigiosos. Son los que no se ensucian las plumas o las bocas con cotilleos de cama y no cobran por insultarse ante millones de telespectadores. Se limitan a prostituir la esencia misma del oficio, consistente en garantizar que el poder responda de sus actos ante el ciudadano, informando puntualmente a éste de todo lo que hace o deja de hacer aquél. Han renunciado a servir a su público, a sus oyentes o a sus lectores, y prefieren cumplir dócilmente las órdenes de quien les paga, transmitiendo las consignas del amo (sea político o empresario) con una eficacia proporcional a la cuantía de la retribución. Ellos son los que constituyen una verdadera amenaza a medio plazo para el sistema de garantías que disfrutamos, porque son muy numerosos y empiezan a contar con la comprensión y hasta el aplauso conjunto de la profesión. Es hora de recordar que ser periodista es otra cosa. Es buscar la verdad para contarla en voz alta y reforzar esa columna de transparencia sobre la que ha de sostenerse cualquier democracia. Es vigilar al poderoso, denunciar sus abusos y alertar sobre sus carencias. Es oponerse con coraje a cualquier intento de opresión o amenaza. Es creer a pies juntillas que el derecho del ciudadano a la información es sagrado y que ha de prevalecer sobre cualquier otro. Es no entrar en el negocio de las entrevistas pactadas y tarifadas. Es estar dispuesto a pagar el precio de la independencia, que suele ser elevado. Es rechazar los sobornos. Es no utilizar el propio prestigio o influencia para obtener ventajas personales. Es anteponer la vocación a cualquier otra cosa".

Llega la campaña electoral. Malos tiempos para la profesión más bonita del mundo y parte del extranjero, pues ya empiezan a amarrarse las entrevistas pactadas y pagadas. El soborno se huele en el aire. “Ansina” se escribe la historia... (de-leon@ya.com).

San Francisco de “Ansina”
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