jueves. 18.04.2024

A Colombia sí, pero sólo de vacaciones, al menos por ahora. Por compartir con la familia y los amigos ratos inolvidables, gozar con la verborrea y la mamadera de gallo ( el vacile) del caribeño, arroparse de la amabilidad de la gente, saborear las delicias gastronómicas respaldadas por la exquisitez de los zumos de frutas tropicales, admirar y percibir el aroma de los paisajes, bañarse en las cálidas aguas del mar, escuchar el resumen de la situación del país que hacen los taxistas, observar el trabajo de los artesanos y ver consolidado el fruto del mismo, y por muchísimas razones más volvería una y otra vez a mi país, insisto, de vacaciones. Es más, me atrevo a extender la invitación a propios y extraños. No obstante, la cotidianidad del país es una madeja que parece muy difícil desenredar. Las noticias que llegan al exterior a través de internet y otros medios de comunicación dan cuenta de la presencia armada de las Autodenfensas Unidas de Colombia (AUC), conocidas como grupos premilitares, pero la sensación que me dejó mi última visita a Colombia es que el país está en manos de ellas. Los ciudadanos, con las debidas reservas, lo dicen en cualquier reunión social: “los paracos son los que mandan aquí”. Y no exageran. Durante los últimos días el nombre más sonado es el de “Jorge 40”, jefe del bloque norte de las AUC que se entregó a la justicia para contar supuestamente todas sus andanzas y así obtener algún beneficio a la hora de ser sentenciado. Pues bien, la Revista Semana publicó sin tapujos un trabajo de investigación titulado “El computador de Jorge 40”, en el que desvela los vínculos de las AUC con políticos que se sientan sin sonrojarse en el Senado y la Cámara de Representantes y también con ex candidatos a estas cortes. Semana accedió a un informe, hasta ese momento secreto, en poder de la Fiscalía. Los datos contenidos en el ordenador del declarado paramilitar son asombrosos. Están las cuentas de varias campañas electorales y los “apoyos” de los paras a distintos políticos, algunos de los cuales ya están rindiendo cuentas a la justicia por sus comprobados nexos con grupos al margen de la ley. ¿En manos de quién está la mayoría del poder legislativo en Colombia?, es una pregunta dirigida con obvia respuesta. Entre tanto, el reelegido presidente Álvaro Uribe, principal responsable del vuelo de las AUC, miente ante la ONU asegurando que su política de ‘Seguridad Democrática' ha sido todo un éxito. Según Uribe, el país confía plenamente en sus instituciones y en la lucha que su gobierno libra frente a la corrupción. Sin embargo, día a día son frecuentes los destapes de ollas podridas en el Ejército, en la Superintendencia de Notariado y Registro y en otras instituciones dirigidas por hombres de confianza de Uribe. Los partidos ‘Cambio Radical' y de la ‘U', que movieron todo su aparato clientelista para reelegir a Uribe, empezaron a exigirle al presidente burocracia, tanto que éste tuvo que decirles que no insistieran en ese asunto. Ambas formaciones políticas, si es que puede llamárseles así, están conformadas por líderes que se han enfundado las viejas camisetas de los partidos Liberal y Conservador, quienes se alternaron el poder por muchos años sumiendo al país en una situación denigrante. Así que es un chiste de mal gusto aquello de ‘Cambio Radical'. La clase trabajadora y los pensionistas están sufriendo los estragos de las políticas uribistas. La reforma tributaria y las privatizaciones castigan a los más débiles mientras fortalecen la concentración de riqueza en pocas manos. En un congreso de abogados laboralistas celebrado el pasado mes de septiembre se informó que la justicia, de cada diez casos, falla nueve en contra de los trabajadores que demandan al Estado. El Gobierno hizo un aumento cuantioso a las retribuciones económicas de los magistrados sin incrementar en igual proporción a los trabajadores de base. El análisis de los letrados laboralistas condujo a una compra disimulada de la justicia. Mi visión de Colombia no es catastrofista, es quizá tibia. Todavía guardo la esperanza de no escuchar frases como “ni se te ocurra volver” o “te fuiste a tiempo”.

Alegrías y tristezas de Colombia
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