Las noticias que llegan de la celebración de la Feria Internacional de Turismo (FITUR) de Madrid de este año -la segunda más importante del mundo después de la ITB de Berlín y en pelea directa siempre con la World Travel Market de Londres- son singularmente esperanzadoras. Y decimos singularmente, porque lo normal es que cada año surgieran noticias esperanzadoras de un evento que sirve entre otras muchas cosas para concentrar a la flor y nata de uno de los principales sectores económicos del globo. Aunque lo normal sería que todos los años nuestros representantes políticos y empresariales se fueran a Madrid para hacer lo que se ha hecho este año, que no es otra cosa que trabajar. Lo normal sería que en un medio de comunicación como este no tuviéramos que alabar el trabajo profesional que han realizado los políticos con el obligado asesoramiento técnico. Sin embargo, entrando en el terreno de lo anormal, debemos destacar lo bien que se ha trabajado en esta ocasión, lo bien que se ha aprovechado el tiempo y lo bien que se han orientado los esfuerzos.
Por una vez, y esperemos que sirviendo de precedente, se han eliminado todos los gastos superfluos y prescindibles para centrarse en lo que realmente tiene importancia, que no es otra cosa que buscar y encontrar las fórmulas adecuadas para que Lanzarote abandone el trance por el que atraviesa desde hace tiempo, más del que se debería haber soportado.
Por eso, hay que leerse las crónicas -incluyendo el amplio resumen que ofrece este diario- para darse cuenta de la cantidad de contactos mantenidos y de posibles acuerdos que se podrían concretar en breve. Este es el único camino real para hacer que cambien las cosas. El trabajo profesional, el espíritu constructivo y las ganas de que cambien las cosas.