viernes. 16.05.2025

El jueves de esta misma semana, 14 de septiembre, la consejera del Partido Popular (PP) en el Cabildo de Lanzarote, Astrid Pérez, recordaba en la tertulia que dirige en Lanzarote Radio nuestra compañera Olatz Larrea, muy de pasada y sin intención alguna de hacer sangre sobre los problemas internos de otros partidos o la ineficacia de determinados cargos públicos, de la poca -por no decir nula- presencia y actuación del actual senador por Lanzarote, Marcos Hernández, en su lugar natural, el Senado. Y es lo cierto que Astrid ni es la primera ni será la última persona en señalar esa aparente obviedad, pues las cifras de las no intervenciones cantan, y ya se han hecho públicas en varias ocasiones y en distintos foros. Nadie se inventa nada al respecto.

Esa situación ha propiciado que algunos maliciosos ya comenten por las esquinas, a modo de leyenda urbana, de la supuesta existencia o no de un senador por Lanzarote. “Haberlo dicen que haylo, pero nadie lo ha visto nunca”, dicen los más guasones, con esa socarronería tan típica de los canarios más viejos.

Si se nos permite y disculpa el fácil juego de palabras, hay que decir que dentro de ese mismo “marco” senatorial, lo que sí es cierto y está perfectamente demostrado en las hemerotecas es que en la actualidad política nacional aparece y desaparece, cada cierto tiempo y cual río Guadiana, lo de la supuestamente necesaria reforma del Senado español. Un viejo debate que todavía hoy está por cerrarse definitivamente, y sobre el que también nos hemos pronunciado en más de una ocasión en esta misma tribuna editorial.

Es lo cierto que, al menos hasta la fecha y salvo involuntario error u omisión por nuestra parte, nadie ha explicado nunca de forma convincente la razón (sinrazón para muchos) de crear esas dos Cámaras allá cuando la restauración democrática, aunque la propia Constitución apunta unas respuestas que tampoco convencen a casi nadie. En buena teoría constitucional, el Senado es la Cámara de representación territorial. Dicho así, sobre el papel, queda muy bonito y hasta romántico. Pero una Cámara de representación territorial, en el estricto sentido de la palabra, también lo es el Congreso. De hecho, los diputados y los senadores proceden de los mismos sitios y regiones (o nacionalidades, por decirlo en la forma políticamente correcta en la actualidad), aunque verdad es también que en el Senado existe un mayor enriquecimiento de representación, por así llamarlo.

Y otra obviedad más: a efectos de eso que llamamos el Poder Legislativo, no parece haber duda de que el protagonismo está en el Congreso de los Diputados. El Senado es una Cámara con derecho a decir, pero no a hacer, parecido a aquello otro de que el Rey reina, pero no gobierna. Después de la creación más o menos artificial del denominado Estado de las Autonomías: diecisiete en total, con sus correspondientes o respectivos gobiernos, parlamentos, administraciones, competencia y lo que no está ni en los escritos. En conclusión, todo un lío de pretensiones o de decepciones, que de hecho ha empezado a poner en quiebra el también manoseado principio de solidaridad inter-territorial.

En relación a la escasa o nula validez empírica del Senado (duda o temor que se acrecienta cuando un senador isleño, por ejemplo, se pasa más de dos años cuasi “desaparecido en combate”), en su día y momento se pensó que si el Poder Central ya no debía existir, había que crear una suerte de Poder Autonómico, según la lógica de los primeros momentos de la Transición. De aquello salió un mal engendro que no se supo o no se pudo abortar a tiempo. Y así hasta hoy, con un Senado que sigue en tierra de nadie o en el limbo político... y algunos supuestos senadores, muchísimo más... hasta el punto que se ha llegado a decir incluso que el senador por Gran Canaria, José Mendoza, ex consejero de Educación del Gobierno de Canarias, es el que ha ejercido verdaderamente de senador por Lanzarote, pues ha planteado más cuestiones relacionadas con nuestra isla que el propio Marcos Hernández, del que nunca más se supo, como del finado Fernández aquél.

Senador: ser y estar
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