En estos días no se habla de otra cosa en Lanzarote. ¿Tenemos motivos para estar alarmados, hay verdadera inseguridad? Es un debate amplio, profundo y con muchas dobleces. Sin embargo, lo que es evidente es que en Lanzarote faltan medios policiales, tanto humanos como materiales, lo que se demuestra cada vez que desaparece alguien o cada vez que hay que realizar una investigación.
Lo más llamativo de todo es que nuestros representantes públicos siguen a lo suyo, sin mover un dedo. ¿Tan difícil resultaría presentar una iniciativa conjunta en el Cabildo de Lanzarote o en los siete ayuntamientos para dirigirse al Gobierno de Canarias para que éste a su vez se dirija al Gobierno de Madrid pidiendo soluciones?
En estos días se está culpando mucho al director insular de la Administración General del Estado en Lanzarote, Carmelo García Déniz, de la situación, y no creemos que sea justo. Principalmente porque él no tiene potestad alguna para que cambien las cosas. En Canarias cuenta con un superior directo, que es quien tiene hilo directo con el Ministerio del Interior en Madrid. Ese no es otro que José Segura, el delegado del Gobierno en Canarias, a quien tampoco parece preocuparle demasiado el preocupante incremento de los casos de asesinato que no están resueltos en Lanzarote.
Y es que Lanzarote coge demasiado lejos a los políticos de Madrid, pero no debería coger tan lejos a los políticos de aquí. ¿Por qué todavía no se han movido, por qué nadie ha hecho nada? ¿Será tal vez, como dijo esta semana en Canal (L) la consejera del Cabildo Astrid Pérez porque no se está haciendo nada, porque se está administrando la rutina?
Insistimos, no parece tan difícil, no parece tan complicado que todos nuestros representantes públicos en la Isla se olviden del color político al que representan y trabajen de forma conjunta para trasladar a Madrid una señal de socorro, una petición de auxilio que tiene que llegar lo antes posible.
Había malos augurios. El hecho de que Yuliisa Antonia Pérez Altagracia no hubiera sacado el dinero del cajero automático como le pidió su madre, y que desapareciera desde entonces, hizo sospechar lo peor. Y lo peor se confirmó este martes, cuando se supo que la joven dominicana de 18 años desaparecida desde el pasado jueves había aparecido en una zona ya habitual, en el vertedero de Argana Alta, en Arrecife. Como saben los lectores de la edición digital de este diario, que se colapsó a lo largo de la semana para ir conociendo la puntual información que fue ofreciendo nuestro compañero Ricardo Jordán, Lanzarote tiene que lamentar y lamenta un nuevo y terrible asesinato, esperamos, porque todavía no se ha condenado a nadie, que esta vez sí resuelto, esta vez con un culpable o culpables detenido o detenidos, juzgado o juzgados y condenado o condenados.
Lo que es evidente es que la aparición del cadáver de Yuliisa ha vuelto a reabrir el debate sobre la seguridad de la isla de Lanzarote. Decenas de personas enviaron mensajes a nuestro foro de opinión planteando esta cuestión, hablando de la pérdida de tranquilidad de Lanzarote, del incremento de la violencia, del excesivo y progresivo aumento poblacional que amenaza con destruir de forma definitiva el concepto idílico de la isla tranquila que siempre fue. ¿Hay motivos para la alarma? Los hay, sin duda, son demasiadas las muertes que se han producido de forma violenta en muy poco tiempo. Un territorio tan pequeño como Lanzarote no puede ni debe soportar algo así, porque estadísticamente no sucede en otros rincones similares de la geografía española. ¿Por qué sí en Lanzarote, qué está sucediendo? Son muchas dudas y muchas incertidumbres que alguien debería resolver, empezando por hablar de nuestro sistema de seguridad y vigilancia, de la eficacia de nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Hay que recordar que una vez más fue un ciudadano y no un agente del orden quien encontró el cadáver. Hay que recordar que Lanzarote tiene una población que requiere de mayor atención en seguridad. Y podemos estar hablando de un crimen que nada tenga que ver con la delincuencia habitual, lo que no justifica que no se reabra un debate que preocupa y mucho a la sociedad lanzaroteña.
El de Yulisa ha sido un crimen atroz, brutal, que merece un castigo a la altura para quien haya sido capaz de terminar de este modo con la vida de una joven que tenía el mundo a sus pies.