viernes. 16.05.2025

Lo que se pudo ver durante el pasado fin de semana, donde se juntó la noche de San Juan, las hogueras y otros “humos alcohólicos”, en las carreteras de Lanzarote es digno de merecer algún capítulo de la antañona serie televisiva “Historias para no dormir”. Como acostumbran a decir los más viejos, pocas muertes se producen para lo que se ve por esas carreteras de Dios...y del Diablo, visto lo visto. La reclamada precaución al volante brilla por su ausencia. Y eso que ya está al caer la entrada en vigor del denominado carnet por puntos, que ojalá sirva para paliar en parte el número de accidentes, tanto leves como mortales.

La pasada semana un joven lanzaroteño perdía la vida en otro de los ya más que habituales accidentes de tráfico que periódicamente son noticia de portada en nuestra isla. Una isla que ha visto cómo en apenas unos años el parque automovilístico ha crecido desmesuradamente. Ese incremento ha ido parejo al de la población isleña pero no a los servicios de transportes alternativos a los que ésta puede acceder, pues ahí sólo cabe hablar de clamorosas carencias, ante la total e insultante indiferencia política.

¿Cuántas vidas humanas se ha cobrado la carretera sólo en los últimos veinte años en Lanzarote? ¿Cuántos jóvenes han dejado su juventud sobre el negro asfalto? Mejor no echar las cuentas, porque el resultado final de esa amarga suma produce auténtico vértigo.

Consta estadísticamente que en la misma isla en donde los peatones o los que se niegan a “motorizarse” son actualmente poco menos que ciudadanos sospechosos, se viene dando en los últimos tiempos el mayor registro de muertes en accidentes de tráfico de toda España. No es una exageración. Así lo han constatado en los últimos años las frías -y dramáticas, en este caso- estadísticas. Tiene su lógica: a más número de coches circulando por las pésimas carreteras conejeras, más número de accidentes y de trágicas y traumáticas muertes.

Así de claras -o de negras- las cosas, la regla de tres es de cajón y de lo más elemental: si nuestro país ostenta el récord de toda Europa en muertes en carretera, Lanzarote es el ultraperiférico rincón europeo en donde, proporcionalmente hablando, más individuos se dejan la piel sobre el asfalto más ensangrentado del viejo Continente. Lo cual no es precisamente una marca como para sentirnos los lanzaroteños muy orgullosos y regocijados.

Y todavía algunos irresponsables convictos y confesos se quejan de los "excesivos" (¿?) controles policiales que se llevan a cabo en las carreteras lanzaroteñas, para lo del otro control de la velocidad o el nivel de alcoholemia en la sangre. Dadas las cifras ya comentadas, y aunque nos consta que esa vigilancia ha aumentado en los últimos años por parte de la Guardia Civil de Tráfico o la Policía Local de los respectivos municipios, siempre va a ser poco el celo si se tiene en cuenta los registros o los “hallazgos” policiales: escandalosos porcentajes de insensatos que conducen sin estar en posesión del correspondiente y obligado permiso o carnet, de borrachos al volante, o de malos y temerarios imitadores de Fernando Alonso en las pésimas carreteras insulares.

Mientras tanto, sigue cultivándose con tanta frivolidad como fervor religioso el culto al coche. No sólo hay que fijarse en la publicidad de los mismos o en la asfixia circulatoria de Lanzarote en general y de Arrecife en particular, sino en el otro hecho significativo que lleva a determinados ecologistas de salón -por poner un ejemplo tan llamativo como sonrojante- a darnos la vara a todas horas con el cuento de la sostenibilidad y otros similares, mientras que no dicen ni media palabra sobre el insostenible hecho de que en esta islita tan delicada y original se permitan celebrar cada dos por tres atolondradoras carreras de coches por casi todos los rincones de su limitadísima geografía. Claro, eso es impopular y no genera votos o réditos electorales. Con unas autoridades políticas más pendientes del populismo que de solucionar problemas reales o carencias como las que afectan a los transportes públicos, y con algunos ecologistas más perdidos que un pulpo en un garaje, cabe esperar muy poco.

Con razón advertía una reconocida autoridad en materia de Vigilancia en Carretera, en una recientísima entrevista publicada en la prensa nacional, que él conocía a un buen número de ecologistas a los que les importa un bledo que el tubo de escape de su coche esté hecho unos zorros, pese a la terrible contaminación ambiental que genera.

Mientras unos están a por uvas y otros a por brevas, la carretera se sigue cobrando víctimas, en un sangriento goteo incesante e interminable.

Muertes en la carretera
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