Piensan los más optimistas que la aparente calma chicha que se vive en estos días de tórrido agosto va a durar para siempre. Nada más lejos de la realidad. La cercanía de las elecciones volverá a poner a cada uno en su sitio, aunque de momento ya se han desatado las hostilidades. Nos referimos a las hostilidades políticas, que enfrentan a varios grupos políticos de poder y con poder, aunque en estos momentos parezca que es un Carlos Espino contra todos.
Y lo parece porque el consejero de Política Territorial y Medio Ambiente voluntaria o involuntariamente se ha empeñado en ser el protagonista indiscutible del verano. Sus encontronazos con la presidenta del Cabildo, Inés Rojas, son constantes. El último ejemplo se vivió con el encuentro que mantuvo con los promotores del Plan Parcial de Montaña Roja sin informar a la que se supone que es su jefa de grupo de gobierno, algo que suponemos que hizo porque los socialistas dicen que a ellos no se les informó de otras tantas reuniones similares que tuvo la presidenta.
Ahora la guerra sucia o limpia, depende del color del cristal con el que se mire, se ha trasladado también a otras instituciones, concretamente a ayuntamientos como el de Tinajo o el de Arrecife. Precisamente con este último viene la movida de la semana. Como ya informó este diario, el Catálogo Arquitectónico Municipal de Arrecife, elaborado y aceptado inicialmente por el Ayuntamiento que preside María Isabel Déniz, ha sido rechazado por el Área de Patrimonio del Cabildo. Así se recoge en el informe que salió de la Primera Corporación insular el pasado 8 de agosto, firmado por el consejero de este departamento, Carlos Espino, y dirigido a la propia alcaldesa de Arrecife. En el documento, escrito en tono bastante duro y contundente, se determina, entre otras cosas, que el trabajo municipal no refleja correlación entre los valores reconocidos en las fichas y la protección que se les ha otorgado, permitiendo de esta forma un aprovechamiento similar al de cualquier otra parcela y facilitando, por tanto, la destrucción del bien.
La contestación no se hizo esperar. La alcaldesa de la capital de la Isla, aprovechando que el Tormes pasa por Valladolid y que iba a inaugurar el vallado de un campo de fútbol que también sufrió la furia del Delta, se empleó a fondo contra los que han elaborado el informe, y lo hizo echando mano de toda la sutileza dialéctica de la que es capaz, que no es poca. En concreto, dijo que en el Cabildo parece que “no están acostumbrados” a que el Ayuntamiento “haga propuestas y tome decisiones”. Además, aunque trató de restar polémica al enfrentamiento entre las dos principales instituciones de la Isla, advirtió, sobre las alegaciones y críticas provenientes del ámbito político, que habría que ver a qué obedecen éstas, ya que “puede que se trate de un criterio o de una estrategia que tengan ellos” con algún propósito. Luego expuso todas las razones que le llevan a pensar que el trabajo de su Ayuntamiento terminará pasando el filtro del Cabildo y concluyó lo que no es más que un nuevo asalto de la guerra fría que ya se ha instalado entre parte de los socios de gobierno.
Los ciudadanos a los que todavía les interesa la política se preguntan hasta cuándo durará el actual pacto que sustenta a las dos principales instituciones de la Isla, al Cabildo y al Ayuntamiento. Sabemos que en estos momentos las apuestas son de la más variada índole, aunque son más los que vislumbran un futuro oscuro para el actual pacto.
No nos olvidemos de que las elecciones locales y autonómicas están a punto de convertirse en una realidad. No nos olvidemos de que la precampaña y la campaña que se avecina puede ser una de las más duras de la historia. Son muchos partidos los que entran en liza y pocos los cargos a repartir. Por eso los nervios que ya se han desatado en algunos se harán mucho más visibles conforme vayan pasando las semanas.