¿Qué estamos haciendo mal en Lanzarote? Esta pregunta la formuló este viernes el presidente de la Asociación de Empresarios de Hoteles y Apartamentos de Lanzarote (ASOLAN), Francisco Armas, durante la presentación que hizo de los datos sobre la ocupación de los establecimientos alojativos de la Isla tras concluir los cuatro primeros meses del año. Se trata de una pregunta que encierra numerosos matices, y que, por supuesto, no habría salido de la boca de un dirigente de Asolan en los años anteriores.
Deteniéndonos en esta cuestión, hay que decir que mucha gente, sobre todo gente que está en la otra orilla, en la Federación de Empresarios Turísticos de Lanzarote (AETUR), se ha quejado no sin cierta razón de que en Asolan siempre se ha maquillado la realidad del sector turístico. Nunca se ha querido reconocer que el notable descenso en la ocupación y el preocupante aumento de la oferta alojativa estaba alcanzando niveles que requerían de al menos una reflexión serena.
Pero Asolan también ha tenido razones de peso para hacer algo así, se ha topado de frente con la voracidad de muchos touroperadores que aprovechan la mínima ocasión para apretar las tuercas al máximo, para bajar los precios. Son por así decirlo -y está claro que no nos referimos a todos los touroperadores sino a una minoría-, salvando las diferencias y por poner un ejemplo gráfico, como los tiburones; huelen la sangre a distancia, y se aprovechan de la víctima.
Ahora parece que ya no preocupa dar la imagen de la debilidad que tenemos. De hecho, las cifras cantan. A pesar de que ha habido una ligera subida con respecto al mismo periodo del año anterior y se ha cerrado el mes de abril con una cifra próxima al 69%, lo que representa una pequeña mejoría comparado con abril de 2005, pero lo que sigue siendo una cifra muy baja teniendo en cuenta que se han superado ya los meses del invierno, que se supone que tienen que ser los más bajos.
Francisco Armas reconoció en su comparecencia de prensa que la mala situación del sector no puede achacarse a una coyuntura económica de los países que hasta ahora preferían la Isla como principal destino vacacional. A su juicio, el fenómeno que está sucediendo no es nada bueno, puesto que Lanzarote se está “estacionalizando”, es decir, la temporada alta ha pasado de ser el invierno para asentarse en el verano gracias al turismo procedente de la Península. Incluso parece ser que este tipo de turismo aumentará los próximos julio y agosto, pues las reservas para los meses de verano, según datos de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA), han subido un 3%.
Aunque ya sabemos que el turismo peninsular es turismo de calidad, del que se gasta el dinero, sería absurdo renunciar a los mercados que tradicionalmente han colocado a Lanzarote en el lugar donde se encontraba hace unos pocos años.
Desde Asolan se proponen dos soluciones con las que se puede estar de acuerdo: a corto plazo realizar una campaña promocional rigurosa y seria, canalizada en un solo ente, que ya vienen demandando desde hace mucho tiempo y está costando consolidar; a largo plazo, reforzar el destino, mejorando la oferta alojativa, es decir, recuperando la planta alojativa obsoleta, para lo que es evidente que se necesita la ayuda exterior, sobre todo del Gobierno de Canarias.
En estas propuestas faltaría sin duda una tercera y una cuarta vía: la tercera vía, que suscriben seguramente los representantes de Aetur, consistiría en luchar con los medios adecuados y el interés oportuno contra los establecimientos ilegales, contra aquellos que se están beneficiando del esfuerzo ajeno sin pagar los impuestos que sí pagan los legales; la cuarta vía, la que enlaza con el debate que hay sobre la mesa del Cabildo, la del ocio complementario y su inclusión en el futuro Plan Territorial Especial de Ordenación del Turismo.
En este tema las dos patronales turísticas lo tienen claro. En Asolan, como explicó su presidente, aseguran que si se quiere luchar contra el fenómeno de pérdida de turismo de calidad, que por ahora es “temporal y remediable”, hace falta una oferta complementaria potente.
Francisco Armas dijo algo muy sensato, que no hablar, no dialogar y no buscar el consenso adecuado “sería tirarnos piedras contra nuestro propio tejado”. Y tenemos el tejado ya con tantos agujeros que no conviene que nos caiga nada encima. Es hora ya de que se entierren las hachas de guerra, se recupere la cordura y se planifique un futuro para nuestro principal y casi único sector económico acorde con lo que necesitamos en el futuro.