Con respecto a la actualidad relacionada directamente con la inmigración, si algo está claro es que no parece que vayamos a tener tiempo para aburrirnos, pues a diario se producen sorpresas y noticias más que llamativas, por decirlo suavemente. Cogemos al azar una gavilla de las últimas horas: El barco “negrero” que llegó a la costa de Cádiz con 216 asiáticos es el mismo que ya había sido expulsado de Canarias dos meses atrás; las autoridades esperan que el buen tiempo y la buena mar incremente -todavía más, si cabe- la llegada de pateras y cayucos al Archipiélago; el Ministerio del Interior, por boca de su titular Alfredo Pérez Rubalcaba, niega que los centros de retención estén saturados y asegura que todavía hay 600 vacantes... Y, por si nos parecía poco ese caldo de cultivo, el afamado sociólogo Amando de Miguel nos servía tres tazas el pasado miércoles al manifestar, muy serio y convencido, que la culpa de la alta tasa de violencia de género en España la tienen los inmigrantes (¿?), a pesar de que los datos policiales afirman y confirman que los que han causado más muertes violentas de mujeres han sido lugareños. Donde no se equivocó Armando de Miguel es con la tasa de la también denominada violencia doméstica, que es más alta en Canarias, Valencia y Baleares que en el resto de España... pero tampoco ahí conviene mezclar las churras con las merinas ni con la inmigración. No creamos más confusión de la que ya hay.
De lo que no hay duda es de que nadie ha de dormirse en los laureles y que ni podemos ni debemos apartar la vista de los que son los verdaderos y más graves problemas de Canarias a día de hoy. Y uno de ellos, obviamente, es éste de la inmigración descontrolada, que sigue en aumento, como no se le esconde ya ni al más despistado de la clase. Una problemática a la que no sólo no se le atajan los pies, sino que para mayor sarcasmo nos encontramos de tarde en tarde con “chistes” con tan poca gracia como el de la recordada celebración en Lanzarote, durante el anterior Gobierno de José María Aznar, de la tan comentada en su día como perfectamente inútil Reunión Euroasiática, que fue un insulto en toda regla a esta isla y a su concreta situación social. Una bofetada sin mano. Un claro desprecio o menosprecio. En suma, un ejercicio de mayúsculo ninguneo digno de mejor causa. De hecho, casi todo lo que rodeó aquella especie de juerga ministerial en este minúsculo territorio de ultramar rozó siempre lo insultante, no sólo porque se vienen aquí unos señores muy importantes a hablar de lo que no nos importa un rábano o un pimiento revenido, sino porque no se habló ni de pasada ni en broma sobre lo que nos concernía entonces y nos concierne hoy: la inmigración hispanoafricana. Por cierto, que ya fue bastante casualidad, a nuestro juicio, que en aquellas tristes fechas en las que tuvo lugar la Reunión Euroasiática de marras no se acercase por las islas ni una sola patera de las que por aquel entonces solían llegar a diario, como todos recordaremos al pronto sin hacer grandes esfuerzos de memoria. Nunca quedó muy claro si todo fue simple coincidencia o si, por el contrario, fue la evidencia de que cuando se quiere se pueden controlar y atajar determinadas y peligrosas situaciones. Querer es poder, como dice la sobada máxima. Sólo falta volver a aplicarla aquí y ahora, en la no menos complicada situación actual.
Lo escribía este mismo miércoles, muy irónicamente, José Luis Jiménez en ABC: “El jefe de la seguridad exterior de la UE, Javier Solana, en Irán porque en la antigua Persia están organizando un lío con la energía nuclear. Bruselas es un desastre. La CE funciona peor que el SCS en Lanzarote, que miren que es difícil. A la vista de los acontecimientos y el euroejemplo que nos llega desde la capital comunitaria, lo mejor para resolver la presencia de cayucos en Canarias es que Senegal o Mauritania se pongan a hacer virguerías con uranio, plutonio o lo que sea”. Pues eso, que a veces sólo nos dejan o nos queda el recurso a la ironía...