viernes. 19.04.2024

Quienes tienen una idea primaria de la democracia, que casualmente son mayoría, creen que las mayorías siempre tienen razón, por el simple o simplón hecho de serlo. De todo lo cual se deduce e infiere que en la Alemania nazi quienes apoyaron democráticamente los postulados de Hitler iban cargaditos de razón. No hará falta recordar la manoseada sentencia del gran ciego que todo lo veía, Jorge Luis Borges (“La democracia es una exageración de la estadística”)… o al mismo Forges, cuando tiene el día bueno y se rebela abstencionista a través de sus machanguitos. La bienpensante propaganda socialdemócrata nos ha hecho creer, sobre todo a los más crédulos, que las manifestaciones más masivas van más cargadas de razón que las minoritarias. De ahí la estúpida guerra de cifras en la que caen siempre unos y otros, convocantes y Loli Luzardo. Es un debate ridículo, pero como tirios y troyanos creen en esa máxima de las mayorías (como si dos personas no pudieran o pudiesen tener más razón que dos mil, en según qué casos y circunstancias), ahí se andan todavía, discutiendo si eran galgos o podencos la manipulada manifestación contra el petróleo o la manipulada manifestación del 14-N (los manipuladores siempre son los mismos: políticos, sindicatos y servidores mediáticos o mediocres de ambos).

No puede hablarse de seguimiento masivo de la huelga general en Lanzarote (los datos objetivos cantan, canten lo que canten los cantamañanas del sindicalismo mal entendido, chantajista y saboteador), pero motivos para sumarse al paro o parón laboral de este pasado y pesado 14-N los había a punta pala, para mi gusto. Y motivos para no ir, dos: CC.OO y UGT, a los que hace tiempo que les perdimos casi todo el respeto, por culpa precisamente de los que no se han sabido respetar, tanto por su vergonzante seguidismo partidista (ambos al servicio descarado y declarado del PSOE, que no han sabido/querido/podido disimular) como por su nula capacidad para controlar a esos cientos o miles de cobardes que se escudan en la masa para ejercer de matones en los eufemísticamente denominados piquetes informativos, que hacen de casi todo menos informar de nada. Hay vicios consolidados que es difícil erradicar, por lo que se va viendo y padeciendo. A tamaños elementos es inútil recordarles o explicarles que la huelga laboral es un derecho, nunca un deber o una obligación. Lo mismito que el voto, como también hay que seguir recordándoles a cada paso a los fundamentalistas de las urnas, así sean políticos como periodistas al servicio exclusivo de aquéllos, que saben de democracia lo mismito que yo de física cuántica, fisco más o menos.

El poco crédito que mantenían los sindicatos se lo cargaron los mismos sindicalistas en estos últimos tiempos, como es triste fama. La crítica justificada, cabal y razonada a los sindicatos era hasta casi anteayer asunto tabú en la mayoría de la prensa española, pues los trabajadores de la misma albergan todavía una idea romántica y evidentemente desfasada de la acción sindical. No hablemos ya del cinismo de determinada prensa que se reclama como izquierdista o socialista (pongamos que les hablo de El País, ese faro de incoherencia entre lo que se dice y lo que se hace), que se ha hinchado a editorializar contra la reforma laboral del Gobierno del PP y se acaba de cargar a media plantilla de trabajadores utilizando la parte más cruel y despiadada de la misma. ¿No fumas, inglés?

En esta misma tribuna llevamos años, lustros incluso, preguntándonos el porqué de la fuerza e influencia -si la hubiera o hubiese- de los sindicatos en una sociedad laboral tan mínimamente representada por ellos. Algunos se malician que eso se debe al espíritu primario de la coacción. Los denominados -con harto eufemismo, como se volvió a ver esta semana- "piquetes informativos" tenían su razón de ser y ejercer cuando los trabajadores se enteraban por ellos de las convocatorias huelguísticas. Hoy, con los medios de comunicación existentes, no hay ni un solo trabajador en España que ignore ni la más modesta o recóndita huelga laboral que se convoque. Huelga más comentario al respecto.

No discuto que hay muchos empresarios que se han ganado a pulso la firme, razonada y razonable respuesta sindical. No digamos ya los últimos gobiernos (el del PSOE y el del PP, tanto monta). Pero tampoco los sindicatos están libres de culpa en lo tocante a la fétida alcantarilla de la corrupción. El asunto de las viviendas de la PSV pasará seguramente a la historia como la monumental estafa mejor tratada por la Justicia (?) española. Demostrado quedó en su día que miles de millones de pesetas de los cooperativistas sirvieron para pagar las nóminas de los liberados de la UGT.

Hoy mucha gente echa en falta la austeridad de la que hacían gala sindicalistas históricos como Nicolás Redondo o Marcelino Camacho. Es la misma gente que se queja de que quienes les sucedieron al frente de UGT y de CC.OO, en vez de vivir humildemente con las cuotas pagadas por los afiliados, se han dedicado a sacarle incesantes subvenciones al Gobierno, a las Comunidades Autónomas y a los municipios. Así tenemos que a los actuales sindicatos los pagamos y mantenemos entre todos, para que nos lo agradezcan luego con el grito y la coacción, cuando no el insulto a los que no comulgamos con sus atragantadoras ruedas de molino.

En pleno siglo XXI, los sindicatos siguen anclados en el XIX, y continúan haciendo uso y abuso de un término negativo que forma ya parte de su consistencia habitual: en sus propios comunicados se "amenaza" con convocar una huelga. Y la amenaza jamás puede convertirse en un argumento. La amenaza es, hoy y siempre, una miserable prueba de debilidad. Nadie discute el derecho a la huelga, aunque hay sindicalistas obtusos que no entienden que va parejo con el derecho al trabajo de todo el que quiera ejercerlo libremente. Pero un derecho no es una obligación, aunque los fundamentalistas del sindicalismo simplón, como los fundamentalistas del voto, no terminen de tener claro algo tan elemental, y continúan con el insulto al que llaman esquirol o al abstencionista. Así les va: el sindicalismo en picado, y la abstención bien y subiendo, gracias. (miguelangeldeleon.blogspot.com).

Las manifestaciones más masivas eran nazis
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