viernes. 29.03.2024

Fíjate lo importante que son las ideas o el debate de opiniones en Coalición Canaria en Lanzarote (CC para los amigos y demás personas piadosas) que sólo se habla de quién se junta con quién, de qué sector es más o menos afín a Fulano o a Zutano (llevaba toda la vida intentando meter a Fulano o a Zutano en una columna, y al fin lo logro). Ahí hay altura intelectual, como salta a la vista. Por eso lo importante no es qué idea política se debate, si la hubiera o hubiese, sino quién le cae mejor a quién o con quién van unos u otros. Retrato fiel, fotografía cabal, del nacionalismo que tenemos. Loados sean los cielos (canarios, por supuesto).

El nacionalismo del “culo veo, culo quiero” (por ejemplo el de CC), se mira, envidioso, en los nacionalismos tribales y triviales de Cataluña o el País Vasco. Etnocentrismo etnomaníaco, con perdón por el pleonasmo. Puro onanismo, como es triste fama. Patrioterismo de vía estrecha… aunque a veces llega hasta Suiza, como es el caso de la CiU de Mas (Artur) y Menos (Pujol). Caricatura.

En su día, el dichoso Estatut de los c. (catalanes, se sobreentiende) puso de moda el término (de estación terminal) nación, mientras que la otra bobería recurrente de nacionalidad fue cayendo en desuso. De repente, todos querían ser nación, arrastrados por la marea mareadora que nace en el Mediterráneo y desemboca por aquí abajo, en el sonoro Atlántico, que cantara el poeta insular Tomás Morales.

En el periódico que en tiempos de Panchito Franco se llamó La Vanguardia Española (Española, tal y como lo leen), que es ahora máxima abanderada del nacionalismo separatista como toda la prensa subvencionada de la Cataluña actual, dijo años atrás el honorable presidente Jordi Pujol, en hablando de la entonces reciente declaración de "nacionalidad" de Canarias y Aragón (el chiste sigue siendo muy bueno), lo que sigue: "Se pretende que todas las comunidades sean nacionalidades y se llegará a la situación absurda de que en España no habrá regiones". Y no crea nadie que no le asistía razón a Pujol para decir lo que consta que dijo allá cuando. Antes al contrario: iba sobradito de argumentos y de lógica, aunque con ello estuviera o estuviese cayendo de nuevo en la más absoluta contradicción, que es por otra parte la principal seña de identidad de todos los nacionalismos del mundo y de parte del extranjero, hasta el punto que los mismos no tendrían razón de ser si consiguieran su generalmente unívoca meta final: la independencia o soberanía, también denominado o confundido con el "derecho a la autodeterminación", que suelen reclamar mayormente los que no saben qué significa exactamente eso de autodeterminarse. Apostillaba Jordi Pujol en aquella entrevista que "si la palabra nacionalidad, que representaba un elemento diferenciador en la Constitución, deja de serlo, habrá que introducir otra". Acabáramos, cristiano. He ahí la gran verdad de una mentira monumental y sostenida: el cuento de las presuntas nacionalidades, que es un mero invento o pastiche, un simple eufemismo, un simplón nombrete que no significa nada y que esconde no más que una trampa semántica que sirve de excusa para diferenciarse de los demás, sobre todo a la bendita hora de reclamar más derechos (léase, más dinero, hablando en plata). Como dejó escrito el filósofo Julián Marías, el fallecido padre de Javier, eso de las nacionalidades nunca significó nada, y analizado desde el punto de vista histórico no es sólo un disparate sino una mentira catedralicia.

De aquellas palabras de Pujol se desprendía implícitamente que no se trata tanto de decir "somos distintos", sino de insinuar o dejar caer que "queremos más que los demás". Tiene dicho con sobrada ironía el ex presidente extremeño Rodríguez Ibarra, en hablando de la infinita voracidad que a la hora de reclamar competencias y millones han demostrado tener vascos y catalanes, que el hecho de hablar dos lenguas no significa tener dos bocas, aunque bien que lo parece, vive Dios.

Pujol venía ya desde entonces a corroborar con las citadas declaraciones lo que muchos nos temíamos de antemano: que el nombre o nombrete es lo de menos, y que si la falsa y arbitraria denominación de nacionalidades históricas ya no va a ser privilegio exclusivo de catalanes, vascos y gallegos, sino que ahora va a repartirse nominalmente "café para todos", pues se rompe el juguete o se le cambia el nombre al mismo.

El todavía presidente de CC en Lanzarote, Jesús Machín (Suso para los amigos y demás personas piadosas), nos decía este miércoles en televisión, de forma reiterada y hasta machacona, que él apuesta “por la renovación de caras”. Por eso se presenta para la re… elección en el cargo. Él, igual que sus compañeros de CC y muchos compañeros de la prensa, cree que este debate (de personas, no de ideas) le interesa a alguien. Se equivoca. En la calle eso no le interesa ni a dios. Doy fe, en mi calidad de callejero de la noche, ese momento del día en el que las confesiones suelen ser más sinceras. (miguelangeldeleon.blogspot.com).

Machín se estampa con su CC-oche
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