domingo. 04.05.2025

No más se da a conocer el nombramiento de dos consejeras conejeras en el nuevo Gobierno de Canarias, todos los medios difunden por todos los medios, valga la redundancia, la buena nueva. Que es nueva es cierto, claro, porque la noticia se acababa de conocer. ¿Y por qué es buena? “Hombre, porque son consejeras conejeras”. Dos razones de peso, sin duda. Píquemelo usted menudito, cristiana, que lo quiero para la cachimba. A esta idiocia nos lleva la (in)cultura que nos ha inoculado tantos años de insularismo atroz. La endogamia nacionalista es lo que tiene, que conduce a la ceguera. No se mide la capacidad del consejero para el cargo, sino la procedencia del mismo, aunque sea el más zote entre los zotes, porque ese pequeño/gran detalle apenas tiene importancia en el archipiélago en donde todos hablan de región y nadie sabe ni quiere hacerla.

En hablando de (in)cultura, ¿por qué otra razón de peso nombró Zapatero ministra de Cultura a la más tonta del lugar? Pues por la parida de las listas paritarias: había que completar el cupo femenino eligiendo a una representante del género que no iba a dejar al mismo en muy buen lugar. En un principio, toda la prensa adicta saludó de mil amores a la tal Carmen Calvo, la que dijo de sí misma, en antológica frase para la historia del atropello lingüístico, que “esta ministra ha sido cocinera antes que fraila” (átame esa mosca por la raba, por favora), que ya había dado muestras de su inopia cultural en el Gobierno de Andalucía. Pero fue confirmarse el cese de la que confundía cultura con costura y cine cutre, y se produjo el gran milagro: todos los periódicos nacionales, independientemente de sus respectivas líneas editoriales, elogiaban el dichoso cese de la ministra de cuota. Ahí seguiditos les pongo algunos ejemplos en el siguiente párrafo.

La fermosa fémina muy femenina pero poco feminista, Cayetana Álvarez de Toledo, la jovencísima pepona que mejor escribe en el PP, lo apuntaba el domingo en El Mundo: “La verdadera humillación que para las mujeres significa haber tenido como ministras a dos ineptas como Carmen Calvo y María Antonia Trujillo, que han sido el hazmerreír de la legislatura. Su frivolidad y su fracaso han cristalizado el tópico de que la mujer no está capacitada para ejercer las más altas capacidades del Estado”. Antonio Burgos, paisano andaluz de la Calvo, que conocía de su alopecia cultural en el Ejecutivo de Manuel Chaves, le dedicaba el mismo día las palabras más duras en ABC: “¿Quién va a conseguir ahora que entre las 25 películas más vistas no haya ni una sola española? ¿Qué va a ser de la moda española sin ella? ¿Quién se va a poner esos modelitos de horror horroroso para ir a los premios Goya? ¿Y los abanicos cuadrados? ¿Quién le va a dar la Medalla de Bellas Artes de la camelancia a la nueva cocina? ¿Quién encontrará los anglicismos del castellano? ¿Quién pedirá que la UNESCO legisle para todos los planetas, incluyendo el Planeta Agostini? ¿Qué va a ser de los articulistas sin Carmen Calvo? ¿De qué vamos a escribir sin tener a esta cateta viajada como ministra?”. Y hasta un columnista tan pro psoecialista como Rafael Torres se veía obligado a reconocer lo obvio: “Calvo continuó la línea de inanidad cultural, de la populista apuesta por la cultura-espectáculo que sólo entretiene y no cultiva”. Hasta en El País se han publicado duros tirones de orejas a la progre de mentira que dice que no cree en el matrimonio porque es algo antiguo y resulta que se va a casar por tercera vez (ahora con su guardaespaldas, fiel a su dudoso gusto cinematográfico), como la opinión de un lector del diario más declarada y descaradamente pro-gubernamental: “La destitución de Carmen Calvo debería haberse producido a los pocos meses de su nombramiento. Con todos mis respetos, no tiene talla ni para ser concejal de Cultura de un Ayuntamiento”. Discrepo con el lector sólo en una cosa: lo que no tenía que haberse producido nunca fue el propio nombramiento, en vista de la disparatada trayectoria previa de CCC (cuestionada Carmen Calvo).

Un poquito tarde y con sol, para mi gusto, ha nombrado ZP ahora como nuevo ministro de Cultura a alguien que sí tiene alguna idea cabal de qué cosa es eso. Pero poco tiempo va a tener el escritor César Antonio Molina para enmendar tantos y tan graves yerros de la fraila fragilona, por calificarla en conejero, ahora que lo lanzaroteño está de moda con las consejeras conejeras del canario y coaligado Gobierno regional al que le puede el insularismo, y en el pecado lleva la penitencia. (deleon@ya.com).

Consejeras conejeras cojonudas
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