viernes. 29.03.2024

Por Martino

No hay duda, el mundo febril que nos tocó vivir funciona a base de fiebres. Los cursis lo denominan tendencias y los surferos...olas. En los años 70, cuando se estrenaron las películas “Fiebre del sábado noche” y “ Grease”, con OLIVIA y POPEYE, perdón TRAVOLTA, a todo cristiano le dio por pringarse el cabello de gominas y bailar en las discotecas a la manera de TONI MANERO, valga la redundancia. En la época actual hay millones de afectados, con o sin cura, por la fiebre de operarse en función de la estética, bien por libre o mediante programa infame de la macabra televisión que padecemos.

Juegan con malas artes con el personal más o menos fragilón. Oye, que no te gusta tu nariz, a lo BRODI (a la PATAKI sí), pues a limar y cortar por lo sano. Que tus desabrochadas orejas sobresalen como las Torres de Kio, pues recortar y pegar. Que tus michelines son algo más que neumáticos de camión, pues a reducir. Que careces de buenos morritos y no tienes la BEMBA COLORÁ, a rellenar cual pavo navideño.

La vida se ha convertido en un taller de chapa y pintura o de corte y confección, los implantes de silicona están a la orden del día, la gente perdió el seso con la imagen, tanto repetir aquello de que una imagen valía más que mil palabras...

Padres y madres del mundo, abuelos y abuelas de la aldea global, que también ahorráis para Corporaciones Dermoestéticas, no seáis fragilones, recapacitad. Imagine, señora o caballero, que a usted no le gustan sus orejas de soplillo o soplazo, a lo DUMBO, en plan egoísta y narcisista se las opera y se las dejan más bonitas que un SAN LUIS. ¿Ha pensado usted en esas criaturitas, que son sus hijos, y que por la puñetera genética las han heredado tal cual o incluso aumentadas, o sea orejas soplantes y galopantes? ¿Qué sentirán en sus adentros cuando vean a su madre con orejitas de pitiminí, tipo BARBIE, o cuando les digan en el colegio que son adoptados? Dirán algo así como: “Mamá, cabrona, nos has traicionado”.

Señora, caballero, con ese egoista y superficial proceder están obligando a sus vástagos, hijos, nietos y biznietos, a pasar por un quirófano sin necesidad, a dejarse un dineral en clínicas de belleza, ya que el programa de televisión que cambia la imagen no creo que dure tanto en antena.

Igualmente podríamos hablar de labrios gruesos, pellejos estirados y siliconas varias. ¿Qué imagen dará usted, señora, con unos pechos turgentes y descomunales ante su hija pecho-tabla? No es justo, son ganas de ganillas y de crear complejos en la manipulable juventud. La silicona o el botox no dan la felicidad, aunque como diría TORRENTE: “Pongan más cachondo”. Habiendo buenas neuronas de las que tirar no es necesario ser exclavo de unos cánones de belleza de hace miles de años, adaptados a los tiempos y al negocio por cuatro esteta-diseñadores.

¿Qué hacemos con los hijos?
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