1.- Imaginen que a un tipo normal, de la calle, le propongan ser concejal, y acepte, para su desgracia. Se trata de un tipo decente, padre de familia, trabajador, que abandona un puesto rentable en una empresa para dedicarse al servicio público. Gana las elecciones, lo nombran concejal de un área y viene un pobre hombre a contarle que no tiene luz, ni nada para comer, ni recursos para seguir subsistiendo, ni trabajo. Y el concejal, compadecido, ordena que le pongan la luz en su casa, coge dinero del área para llenar la nevera del hombre y que su familia coma un par de días y, además, lo coloca a dedo de peón en una empresa municipal que preside, en su condición de edil. Pues está jodido el concejal; va al talego y no lo escapa ni el médico ruso. ¿Cuál es la solución?: que el pobre hombre siga con velas en su casa, que ni él ni su familia coman y que de trabajar, nada, sino a recibir la ayuda paupérrima que le da el Gobierno, agotado como tiene el paro; y a morirse de pena.
2.- Cuando una historia así se presenta ante un tribunal, éste no tiene piedad. El juez aplica la ley. Y la ley dice que el edil prevaricó, malversó y no sé cuántas cosas más. Todo esto contribuye a que casi nadie decente quiera acercarse a los ayuntamientos a formar equipo de gobierno. Todo esto conduce a que en este país de locos nadie esté seguro, sino que todos los mortales tengamos un pie en el trullo por muy honrados que seamos. Yo no digo que no haya chorizos irredentos que meten la mano en la saca municipal sin pudor. Es a éstos a los que hay que perseguir, no a los honrados que no tienen ni puta idea de la enrevesada administración, ni sean capaces de descifrar la maraña de leyes, algunas contradictorias, que asolan el funcionamiento -es un decir- de las instituciones.
3.- Yo no quiero ser político. Nunca lo quise. Mi ejemplo siempre fue Isidoro Luz , un médico humanista y honrado al que la política le costó mucho dinero. Su estatua está en la portuense playa de Martiánez, cagada de palomas. Nadie la limpia. A veces me dan ganas de ir con un cubo y un trapo a sacarle brillo, porque su memoria lo merece. Mi padre fue, durante un cuarto de siglo, primer teniente de alcalde con él y luego dos años alcalde accidental porque a Isidoro lo hicieron presidente del Cabildo. ¿Que si cometieron ilegalidades? Miles, millones, pero siempre al servicio de quien no tenía luz, ni casa, ni trabajo, ni comida. Hoy a lo mejor estarían los dos en el talego. No, yo no quiero ser político.
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