1.- Todo está más negro que una noche sin luna. Ayer habló Rajoy con Puigdemont. Las crónicas dicen que la entrevista fue cordial –¿y qué?— y que ahora los catalanes temen por la pela, porque están arruinados. Lo único que puede frenar los deseos independentistas de los catalanes es la pela. Cuando los naturales de esa comunidad española dejen de percibir los servicios de su Gobierno regional se asustarán. Ya lo están, en realidad. Lo demás, ni de coña. Los podemitas marean la perdiz ante el bobo de Sánchez, pero le están tomando el pelo. A Sánchez lo engaña todo el mundo porque no se puede negociar la cosa con esos deseos irrefrenables de poder. El deseo de poder, que es legítimo, jamás puede ser irrefrenable, porque entonces se anteponen los intereses del individuo a los del país. Sánchez lo que quiere es la pensión vitalicia y el chófer para Begoña y eso no está bien. Hay que querer primero a España. Aquí todo el mundo se priva por un chófer; yo lo tuve, cuando ataba los perros con longaniza, y ya no me lo puedo permitir, desde que empezó la crisis. No tengo ni coche. Me criticaban por tener chófer, hay que ser gilipollas. Hay que ver cómo nos cambió la vida la puta crisis, que pasamos de la opulencia –aunque fuera ficticia— a la pobreza, que siempre es real. Ahora me dedico a la lectura y a la vida contemplativa y un poco a la escritura y la radio, pero en plan alevín, como cuando trabajaba –sin cobrar— en el “Aire Libre” de Julio Fernández. Qué tiempos. Aquel era un periódico deportivo hecho con plomo y con un diseño atractivo. Yo escribía de baloncesto y de cine. Es una parte de mi biografía que pocos conocen pero hay por ahí un álbum con aquellos artículos breves, como le gustaban a don Julio, escritos con la misma pasión irrefrenable de Sánchez, pero al servicio del periodismo ilusorio. ¿O debo decir ilusionante, como los cursis? He intentado recuperar la cabecera del “Aire Libre”, pero sin éxito. Una pena. Algunos amigos me dicen que en vez de hacer crónica política vuelva a recontar mi vida, pero tengo tal sensación de haberla relatado, en tantas y tantas páginas, que no me apetece hacerlo sino algunos días; y otros no. Así que voy a seguir mi propio criterio y no el de mis amigos. Como he hecho siempre, ni más ni menos.
2.- Estoy buscando en estos días a Manolo Artiles; lo llamo al móvil y no me contesta. Un pajarito –bueno, lo que quieran— me ha dicho que se ha enamorado en Brasil y que tiene una pata allí y la otra aquí. Pero, claro, quiero saber noticias de primera mano y no me coge el teléfono. A lo mejor piensa que es para pedirle dinero prestado; pero no, esta vez no. Cuando uno se encochina en eso del amor se le nubla la voluntad y la vista, pero no sé el caso de Manolo. Como no lo veo, no lo creo. En fin, que ya dará el hombre señales porque, en principio, estaba también en el equipo de la radio, ad amorem como yo. Pero no aparece. De vez en cuando los realizadores ponen unos ronquidos, pero no son los suyos, son los de mi perra, “Mentecata” que cuando ronca en el jardín se escucha por la RDSI. ¡Ay mi cabeza!
3.- Inevitablemente tengo que seguir con la cosa política. El 2 de mayo se acaba el plazo. O sea que como el podemita y el sociata no se acotejen, mal asunto. Elecciones y sálvese quién pueda. ¿Dónde está Soria? A lo mejor ha seguido mis consejos y ha puesto mar por medio. Es lo mejor. Me dicen que las papeletas para la sucesión en Canarias las tiene Asier Antona, pero vaya usted a saber. Los caminos del PP son inescrutables. Y poco más por hoy. La Liga se pone un poquito más a favor del Barça. Ayer había cagalera en Cataluña, pero al final se les arregló el estómago con la goleada al Coruña; vaya equipo malo. De todas formas, el mano a mano sigue ahí, no hay que apurarse, que quedan cuatro jornadas que hay que sufrir.