jueves. 25.04.2024

En un viaje organizado por CajaCanarias nos invitaron a un grupo de empresarios, periodistas y altos cargos de la Caja a Venezuela. E hicimos una inolvidable excursión a la selva de Canaima, donde pernoctamos. Pasaron algunas cosas, pero no sé por qué, cada vez que un grupo de periodistas se reúne, sobre todo si son jóvenes, se organiza por la noche el inevitable concierto de pedos, tras el que nadie puede conciliar el sueño por razones medioambientales. Compartimos varios una cabaña de la selva, a orillas de la laguna, con el ruido de la cascada de fondo. Y en el grupo mío figuraba el padre José Siverio, Rafols el médico, paz descansen, y varios miembros de mi profesión; entre ellos recuerdo a Juan Carlos Carballo, a la sazón delegado de Efe. El concierto fue ruidoso y oloroso, sin que el cura, por supuesto, participase en él, a pesar de sus conocimientos musicales amplios. Cuando cesó la tronada, no precisamente sacra, se escuchó la voz del cura desde su rincón de la cabaña, diciendo: “Vale, ¿se va a escapar alguien más? Pues buenas noches y que Dios los bendiga”. Se escuchó una sonora carcajada colectiva. Esto dice mucho del sentido del humor del sacerdote, periodista e imaginero realejero que acaba de fallecer, ayer, a los 90 años. El padre Siverio era un amigo y un maestro de la radio. Un buen sacerdote, que no estaba, para nada, reñido con el mundo que le rodeaba; un hombre prudente y sabio que vivió y dejó vivir. Culto y cosmopolita, asistimos en otro viaje -creo que a Copenhague- a un espectáculo un tanto subido de tono, que él sobrellevó con mucha naturalidad, aunque no sé si con los ojos cerrados. No dijo ni pío. Me da mucha pena su muerte, porque se va uno de los nuestros. De los que nunca nos falló en nada.

Publicado en Diario de Avisos

Una noche en Canaima
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