viernes. 29.03.2024

No conozco de nada a Ángel Víctor Torres, presidente del Gobierno de Canarias. Hace años que cerré mi carné de baile. Tampoco lo voté. Transmite bien lo que quiere comunicar a los ciudadanos, ha manejado muy bien las crisis constantes de su corto mandato –entre incendios y virus- y, sobre todo, inspira confianza. Las últimas decisiones tomadas, yo creo que aconsejadas también por Román Rodríguez, me parecen muy convenientes: una, el aplazamiento del IGIC; dos, transmitir a los ciudadanos mensajes de optimismo moderado y de seguridad sanitaria; y tres, incorporar a la lucha contra el enemigo viral –en todos los sentidos- a dos auténticos expertos en sanidad: José Julián Istúriz y Conrado Domínguez. Al primero lo conozco desde hace años, colaboró con Román cuando éste era presidente y dejó rastro de su competencia y de sus conocimientos en materia de organización en el sector. Del segundo, a quien no he tratado personalmente, tengo también las mejores referencias: un hombre que trabaja bien y que deja trabajar a los demás. Había que hacer algo en una Consejería que –según leo- tendía al caos. Pero yo quería hablarles sobre todo de Ángel Víctor Torres, un político nuevo, que se licenció en Filología Española y que probablemente nunca pensó que iba a presidir el Gobierno de Canarias, conformado en medio de una coalición difícil. Su discurso y su talante me han llegado y creo que sabe lo que hace. En la película La Gran Belleza, de Paolo Sorrentino (2013), aparece un hombre que tiene las llaves de todos los palacios de Roma. La ocasional novia del protagonista, Jep Gambardella en la ficción, le pregunta a su amante: “¿Por qué, por qué él custodia esas llaves?” La respuesta es demoledora: “Porque es digno de confianza”. Pues igual me ocurre con el presidente del Gobierno de Canarias. Y, además, no miente, como su jefe de Madrid.

Publicado en Diario de Avisos

Un presidente que sabe lo que hace
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