1.- He dado instrucciones a mi familia para que, a mi muerte, mis cenizas sean esparcidas por tres pilas portuenses: la de la Plaza del Charco, la de la Plaza de San Francisco y la de la Plaza de la Iglesia. Tres puntos de encuentro de mi infancia y juventud, tres testigos de mis juegos infantiles, tres paisajes ineludibles de mi niñez. Ya sé que está prohibido tirar cenizas ahí, pero también les he pedido que desoigan la prohibición y, si es preciso, que lo hagan de noche, para evitar la presencia de curiosos y de guardias. Del pato de la fuente de la Plaza de la Iglesia colgaron mi padre y mi tío Miguel Sotomayor el sombrero y el bastón que le levantaron, durante una sesión del consistorio, al entonces edil don Manuel Rojas , alias "Cuellito". En la plaza de San Francisco se oían, cada mediodía, los aldabonazos que mi padre propinaba al hierro de la puerta trasera de mi casa, para evitar que el padre Flores , a la sazón párroco de San Francisco y prelado doméstico de Su Santidad Pío XII , durmiera su irrenunciable siesta. El cura salía, despavorido, con su pijama de rayas, y mi padre se descojonaba escondido detrás de la puerta. Nunca supo monseñor quién turbaba su sueño de noble austriaco/mexicano.
2.- En la pila de la Plaza del Charco existe una ñamera prodigiosa, que tiene más de cien años y que ahora sirve de morada a palomas, tórtolas y mirlos. Unos viven allí y otros van de visita, a refrescarse. Bajo la ñamera hay helechos y culantrillos perennes. Siempre digo que esa planta verde y fresca la glosó María Rosa Alonso en un bellísimo artículo, recogido luego en un libro/recopilación. Cerca de la pila había un campo de baloncesto, de tierra. El otro día me recordaba Berto Cejas aquellos partidos de domingo por la mañana, en los que su equipo, el Náutico, se enfrentaba al conjunto local, el Ucanca, al que pertenecí. Nuestro equipaje era negro. Yo jugaba y hacía las crónicas para "Aire Libre". ¿Cómo me voy a olvidar de aquellos días del nada que hacer? Tengo esas crónicas. Y también escribía sobre baloncesto Soledad Arocena Abad , que firmaba SOARA, mientras que yo ponía ACHASO al pie de ellas.
3.- Pues ya sabe mi familia dónde tienen que ir a parar mis cenizas cuando toque. Eso de lanzarlas a las tres pilas, además de producirme un gran fresquito, seguirán conectándome con mis raíces. Y más cuando no son muy aficionados en mi pueblo a cambiar con frecuencia el agua de las fuentes, lo que dará más permanencia al material. Espero que al ser ingeridas por algún pez desgraciado no produzca en él mutaciones desagradables, como sin duda desearían mis numerosos enemigos; cada día más numerosos, gracias a Dios. A nadie, sino a mí, se le ocurre hablar de esto, pero es que hoy tenía el cuerpo golfo y me he dejado llevar por la ñamera, por el pato y por la siesta del cura Flores, que en paz descanse.
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