Por Andrés Chaves
1.- Reconozco que la crisis crispa. En los últimos días vuelvo a recibir cartas muy airadas, mandándome a la mierda y eso. No es que me importe que me insulten en privado (en público sería diferente), porque creo que además contribuyo a que el personal suelte la adrenalina. Pero me da la impresión de que son demasiados los insultos, más que nada procedentes de lectores de la isla de enfrente (nunca pensé que este periódico tuviera tantos forofos en Las Palmas). Si les cuento la verdad, a mí me encanta cabrear a los lectores porque sé que les estoy haciendo un favor. En estos tiempos que corren, si el personal se cabrea con el columnista no la toma con el señor Rodríguez Zapatero y así se le alivia un poco al hombre la pesadez de chepa. Lo último que me han llamado es fascista de mierda y hasta un lector va un poco más lejos y desea mi muerte. Un lector que además se llama Santísimo ; así que tan santo no debe ser cuando aplaudiría si me fuera al Valle de Josafat . Es curioso: cuanto más aprieta la crisis más nerviosos se ponen algunas personas. Su ira es disculpable.
2.- Es tal la cantidad y la variedad de los correos que no sé si guardarlos e intentar un libro con ellos. Incluso con los que me amenazan de muerte, que son algunos. No los llevo a la policía porque no creo que nadie me vaya a matar a mí por gusto. Es mejor dejar que me muera solo, ahora que me he hecho viejo carrucho. Otros lectores hacen fantásticas aclaraciones a mis comentarios, otros los critican con corrección, otros me envían cariñosas admoniciones, otros aseguran que me ignoran y algunos se meten con mi sintonía con la línea editorial de este periódico. Mal podría trabajar aquí si no estuviera de acuerdo, en lo esencial, con la línea editorial del diario en el que escribo. Simplemente, EL DÍA dice lo que muchos piensan y no se atreven a exteriorizar. He aquí el secreto de su éxito, seguramente.
3.- Y ya que esta tarde se celebra el Entierro de la Sardina, ojalá caiga un fuerte chaparrón y deje en bragas a los curas, obispos trabucaires, viudas desconsoladas y al resto del negro cortejo que va a partir en dos, otra vez, a Santa Cruz, con las incomodidades propias del caso. Porque yo del Carnaval suspendería tres actos: 1) la cabalgata, por lo mismo, por lo absurdo de su trayecto; 2) el concurso de murgas, por lo pesadas que son y por su falta de calidad (que aprendan de las chirigotas de Cádiz), y 3) el Entierro de la Sardina, por lo ya expuesto. Todo lo demás lo dejaría, incluido el coso, que transcurre por un trayecto en el que no se molesta a nadie. Ya ven ustedes que me paso el día ganando amigos, así que no se extrañen que los del género epistolar por la internet me pongan a parir. Es que lo que digo no tiene perdón de Dios. ¿Verdad, don Santísimo?
achaves@radioranilla.com