1.- En una de las fotos que le han sacado hoy al políticamente moribundo, el empecinado Pedro Sánchez, se le ve con varios trajes junto a él, en el interior de su coche oficial, y algunas camisas. Indudablemente está sacando su ropa del despacho, porque sabe que lo suyo ya no tiene solución. A los 17 miembros de su Ejecutiva dimitidos les ha cabreado mucho, además, el apoyo de Podemos al secretario general socialista, partido al que Sánchez ha entregado sus votantes. Yo no sé lo que le ha pasado a este chico, parece como si hubiera enloquecido. Y junto a él, sus leales, entre ellos el inútil de Luena y el gordito catalán, Iceta, al que han mandado a callar. Hasta Micaela Navarro, una histórica, le ha pedido la dimisión, ya que está entre los 17 que la han solicitado. Sánchez no tiene a casi nadie a su lado y ha colocado en un brete al partido, rompiéndolo. Incluso convocando a sus militantes por fuera de Ferraz, para cuando se celebre el Comité Federal, cuando Ferraz siempre fue un santuario para las victorias, no para las derrotas. Además, Felipe González y García Page lo han llamado poco menos que mentiroso. Al primero le dijo Sánchez que se iba a abstener en la segunda votación de investidura y Page sostiene que Sánchez sabía que Podemos se la iba a jugar en Castilla-La Mancha. Susana Díaz casi ha dicho ya que va a ser candidata a la secretaría general si el partido se lo pide y el PSOE está desequilibrado por culpa de un hombre cuya desmedida y obsesiva ambición personal, cuyo odio exacerbado hacia Mariano Rajoy y a las derechas, vaya término a estas alturas, le inhabilitan para la política, que es el reino de la cintura. Así que ha hecho bien en sacar la ropa del despacho, que es algo así como el prólogo de mandarse a mudar. Están tan atrincherados en Ferraz sus propios partidarios que ayer tarde cerraron la puerta del edificio para que no entraran los críticos y dejaron a los periodistas dentro. Sánchez tiene que irse a casa y debe dimitir hoy, por dignidad, si es que la tiene. Ha colocado a su partido en una situación desesperada, ha cosechado derrota electoral tras derrota electoral, no ha sido capaz de llevar a cabo lo que pedía la razón: un pacto con el que ganó, y ha desperdiciado la oportunidad de convertirse en un líder moderno y de futuro por sus prisas, por su falta de paciencia, por su escaso poder negociador, por su odio enfermizo y por su afán de convertirse en presidente, aunque fuera por un día. ¿Pueden tanto las prebendas de un ex presidente? ¿Tiene Sánchez a donde ir? ¿Le presionan en casa? Que le lleve la ropa a su Begoña, o que la cuelgue él mismo en el armario de su dormitorio, pero que se vaya. Quien entró en el partido como un socialdemócrata sale como un izquierdoso derrotado, capaz de pactar hasta con los independentistas con tal de convertirse en reina por un día. Y esto es impresentable.
2.- Todo parece indicar (lean el editorial de “El País” de hoy) que Sánchez ha perdido el apoyo de la gente sensata del PSOE y de su órgano máximo, el periódico de Cebrián. Ha dilapidado un mandato que se le entregó sinceramente por parte del partido; ha dinamitado al PSOE. Y no son cosas que yo diga ahora, cuando para él todo está perdido. Son cosas que he dicho desde hace un año, cuando observé la deriva de Sánchez, desde aquel debate en el que insultó a Mariano Rajoy de una forma impropia de alguien sensato que se dedica a la política. Sánchez enseñó en ese momento la patita y dio a entender que iban a ser la violencia dialéctica y, sobre todo, la mala educación, las que presidirían su actuación, como así ha sido.
3.- Nada, ni las manifestaciones ante Ferraz, impedirá la salida de Sánchez por la puerta de atrás. Políticamente está acabado, entregado en manos de Podemos, con riesgo de entregarse también a los afanes de los independentistas. Parece que España le importa un pito, y su partido también, con tal de tener el estatus de ex presidente, convirtiéndose, como he dicho, en reina por un día. Menos mal que en el PSOE existen aún personas sensatas que han puesto fin, o al menos lo intentan por el momento, a esta locura; fin al mandato de un hombre que se ha trastornado.