sábado. 07.06.2025

Por Andrés Chaves

1.- Año 1923. Imaginen ustedes cómo sería Galicia, o Cuenca, o Tenerife entonces. Las maestras fueron siempre unos seres entrañables que dedicaban su vida a los demás; sobre todo, a enseñar a los niños. Gracias a Auri Rodríguez ha llegado a mis manos un documento interesante. Es el contrato que el Estado, a través del Consejo de Educación de la Escuela, hacía firmar a las entrañables maestras, que ganaban en aquel entonces 75 pesetas mensuales. Algunas de las cláusulas no tienen desperdicio. Una de ellas era "no casarse", ya que de hacerlo el contrato quedaría anulado. Otra, textualmente, decía: "No andar en compañía de hombres". La tercera obligaba a las maestras a permanecer en sus casas de 8 de la tarde a 6 de la mañana y la cuarta "no pasearse por las heladerías de la ciudad". La sexta era "no fumar cigarrillos" y la séptima "no beber cerveza, ni vino, ni whisky".

2.- No acaba aquí el pintoresco contrato laboral que data, repito, del año 1923, en plena época de la España negra. El octavo punto del papel que tenían que firmar las maestras en el momento de ser contratadas decía: "No viajar en coche o automóvil con ningún hombre, excepto con su hermano o su padre", y también estaba prohibido, según la cláusula novena, "vestir ropas de colores brillantes". Tampoco podían las maestras teñirse el pelo, se obligaba a estas mujeres a usar dos enaguas "por lo menos" (cláusula undécima) y se les prohibía ponerse vestidos que quedaran más de cinco centímetros por encima de los tobillos. Estaba vetado, asimismo, según la cláusula catorce, "usar polvos faciales y maquillarse y también pintarse los labios".

3.- Cuando uno lee esto, al margen del cachondeo que puede producir el pintoresco contrato, piensa cómo en 1923 existía todavía una terrible reminiscencia de la Inquisición. España fue casi siempre un país de semi-bárbaros, donde la cultura llegaba con cuentagotas; y en pleno siglo XX todavía se utilizaban parámetros medievales en el trato a la mujer. Cuánto se ha avanzado, gracias a Dios y a los regímenes democráticos que han puesto las cosas en su sitio. Como país de contrastes que es España, ahora ocurre todo lo contrario. Hoy la mujer ha conquistado algo más que la igualdad y el respeto, por méritos propios y con su propio esfuerzo. Y debemos estar orgullosos de ellas. Este contrato pasará a los anales de la crónica del disparate nacional y yo me alegro de que se quede ahí, en la crónica bufa de un país de pandereta.

achaves@radioranilla.com

Querida maestra
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