martes. 16.04.2024

Hace mucho tiempo que vivimos un periodismo de mentira. O a lo peor, siempre hemos vivido un periodismo de mentira. No es una reflexión de esas de final de año, sentimentales y falsamente sinceras. Es un convencimiento de un jubileta de esta profesión de locos que no va a ninguna parte. De un individuo que ahora se detiene ante los toldos verdes de las vallas de las obras, a ver si hay agua en el fondo del hoyo. Los que dicen que uno está acabado tienen razón. Antañazo, la gente de esta profesión dejaba de interesar a los sesenta. Fíjense, César González-Ruano, uno de los grandes, se murió a los 62 años y era un viejo. Umbral creo que palmó con 75 y seguía siendo joven. Es cosa de las épocas. Yo tengo 72 y cada vez me cuesta más contar cosas que no he contado nunca. Ahora vivimos un periodismo de mentira, porque el famoso cuarto poder, tradicionalmente separado del legislativo, de ejecutivo y del judicial, se ha fundido con los dos primeros, sobre todo con el segundo, y se ha prostituido por contagio de los políticos. Con excepciones, apenas hay medios, sino propagandistas y colaboracionistas. Da asco ver y escuchar las cadenas de televisión: la que no colabora con la izquierdona o con la derechona, por este orden, emite telebasura. Me da asco esta profesión, quizá empezando por mí mismo. Pero no me hagan caso. Todo esto que cuento sólo –por favor, dejen el acento- es producto de una reflexión culpable. ¿Que por qué no dejo de escribir? No me lo pregunten, no lo sé. Quizá porque esta profesión me permite seguir siendo sincero con los lectores. O porque el ego me ha comido el seso. Llega 2020 dentro de unos días y me da que seguiremos gobernados por las fake news que les dicen ahora. Qué asco.

Publicado en Diario de Avisos

Periodismo de mentira
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