viernes. 02.05.2025

1.- Si les digo la verdad, cada vez me importa menos el asunto catalán, un proceso parecido a los prolegómenos de la feroz dictadura de la Alemania nazi. No quiero cargar las tintas, pero España es un país excesivamente garantista –¿se puede serlo?, con leyes muy débiles que en ocasiones propician los comportamientos como los de ciertos partidos y políticos catalanes. Ahora es en la calle donde se ganan los votos, parece, y no con los programas o las promesas cumplidas, que importan un pito. En un país desnortado y poco propenso al recuerdo como el nuestro la memoria no existe (sólo la antifranquista, que me parece bien que repare los graves horrores de aquel régimen), ni tampoco se aprende de los errores del pasado. Puede llegar, perfectamente, otro Frente Popular que dio origen a la última guerra civil, por culpa de los dirigentes torpes y sin visión. Y puede la marea de la calle –véase el caso de “La Manada”— hacer derivar hacia la más rotunda imbecilidad a un ministro como el de Justicia. Quiero decir que todo ha cambiado, que la política son las redes sociales desde que aquella vez Rubalcaba vulneró una famosa jornada de reflexión –por otra parte absurda en la ley electoral de los tiempos nuevos– para arrebatarle el poder a la derecha y colocar al frente del Ejecutivo a un memo como Zapatero.Todavía quedan memos en el PSOE, incapaces de darse cuenta de que hasta que no se regule TV3 –como pretenden regular TVE– los radicales seguirán mandando en Cataluña y destrozándola. Políticos de ideas tan fijas y falaces como las de un señor tan poco inteligente llamado Pedro Sánchez, que ha instalado la mediocridad y la rareza en el segundo gran partido español y representante más genuino –al menos lo era—de la izquierda de este país.

2.- España, por otra parte, cada vez pesa menos en el concierto europeo. Lo han demostrado las actitudes de Bélgica, Suiza, Reino unido y Alemania en el asunto de los fugados catalanes y en la poca previsión y coherencia de los espías españoles (el CNI), a la hora de localizarlos y de no dejarlos salir del país. En fin, allá sus responsables, pero todo el mundo sabía que los que se fueron se iban a ir y hay procedimientos –desde luego legales— para impedirlo, que no se pusieron en práctica. ¿El resultado? Pues que un títere vaya a rendir cuentas a otro títere a Berlín y seamos el hazmerreír de Europa. Nada más y nada menos que eso. Pero me cuesta cada día más hablar de Cataluña, los catalanes están divididos y me cuesta viajar a Barcelona, por ejemplo, como escala de cualquier viaje por Europa. Se me ha hecho antipática la ciudad y buena parte de su gente. Esto es lo de menos, porque mis sentimientos personales no cuentan demasiado. Que Cataluña tenga un presidente (aunque sea el de reserva) que ha insultado a España y a los españoles, gravemente, traspasando lo que es la mera libertad de expresión, y con creces, debería ser suficiente para quedar inhabilitado para gobernar, para haber sido procesado por los delitos de opinión que el Código Penal contiene. El de antes y el de ahora. Yo mismo me he tenido que sentar ante los jueces varias veces por –según las acusaciones— haberme excedido en mis opiniones. ¿Por qué no el tal Torra? ¿Y por qué no admitir que toda esta payasada nació para que Artur Mas pudiera librar de la cárcel a los Pujoles y demás familiares y a él mismo?

3.- Imitando los procedimientos de la Alemania de Hitler, se adoctrina a los chicos en los colegios en el odio a España, se insulta y se veja a los hijos de los que no piensan como los independentistas, han convertido los colegios en peligrosas ikastolas llenas de rencor hacia la patria común, que ellos no creen tan común. ¿Hay que permitir todo esto, según Pedro Sánchez, esa mediocridad instalada en el poder socialista por sus bases iletradas? ¿Ha de seguir permitiéndose a TV3 que haga lo que está haciendo? Permítanme que diga, en esta hora, que Cataluña me va importando cada vez menos, aunque por lo escrito no lo parezca.

Es una publicación de El Diario de Tenerife.com

Nazismo catalán
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