jueves. 15.05.2025

Por Andrés Chaves

1.- Después de años de amistosa compañía y de múltiples servicios, pasó lo que tenía que pasar. Agarré mal el teléfono móvil entre mi cara y mi hombro, hablando sin manos, se escurrió y se cayó a la taza del water. Perdido irremisiblemente, mi Vertu de 3.000 euros no resucitó ni siquiera metiéndolo, como me recomendaron, en una taza de arroz. Y ahora me encuentro en los trámites de saber si el teléfono tiene garantía eterna o he de desembolsar otros 3.000 euros en arreglarlo o comprar otro nuevo. El consuelo está en que la taza del water estaba impecable: desinfectada y sin rastros horribles, así que llevaré mi Vertu al cirujano, a ver si puede hacer algo con los circuitos, aunque me han advertido de que quedará mal. Ya me había avisado de sus achaques soltándose la techa del número uno, pero curiosamente la encontré, poco antes de la tragedia, en el suelo de mi casa.

2.- Yo no soy nadie sin el móvil y como el dichoso Vertu me pedía una clave (que yo no tenía) para pasar su agenda al ordenador, me he quedado sin la mitad de ella. Porque los teléfonos móviles son muy puñeteros y el archivo lo dividen entre la tarjeta y la memoria del aparato; y así no hay forma de almacenar los números ajenos en un mismo lugar. No sé por qué Vodafone y Movistar no emiten tarjetas con mayor capacidad de memoria. Debe de ser por algún negocio porque estas dos operadoras no hacen nada si no ganan un duro más. Los usuarios nos vamos todos a la mierda, no pintamos nada. Por eso, cada vez que recibo en mi casa publicidad de estas operadoras, la tiro a la basura, sin leerla.

3.- Con el cadáver del Vertu empiezo ahora un peregrinar por los concesionarios. "No, eso no es aquí, sino en Barcelona", me dice uno. "No, estos teléfonos los arregla "la casa", explica otro. ¿Pero qué casa es esa? Desolado, he guardado mi maravilloso aparatito en su caja/sarcófago, pensando que tenía tantas cosas favorables en su catálogo cuando lo compré que creía que también era estanco. Ahora dormirá el sueño de los justos hasta la resurrección de la técnica. Ando ahora con un aparato sin números, que es como un amigo inútil, incapaz de articular una llamada con éxito y fiándome de mi pobre memoria de sesentón. Pero no vale la pena comprar algo tan caro en un mundo en el que lo roban todo y se te caen cosas a la taza del water.

achaves@radioranilla.com

Mi móvil murió
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