1.- Todo eso de las procesiones y el beaterío es muy bonito, preciosas las exhibiciones procesionales de Sevilla, Málaga y Valladolid, impresionante el desfile ecuestre de Lorca, muy buenas las películas religiosas de La 13, tipo Ben-Hur; todo muy bonito, pero la Semana Santa es muy intensa, incluido el Vía Crucis de Roma, alrededor del circo, que será impactante para mucha gente, pero yo es que he perdido mucho la fe. Ojo, que no pretendo que a ustedes no les motive todo esto, sólo cuento los sentimientos míos. Porque yo creo que la Semana Santa, folklore aparte, está en el corazón de los católicos y en la curiosidad de los turistas de otras religiones y debe respetarse siempre. Por eso deploro la actuación de los gamberros que han intentado sabotearla y que deben ser conducidos a la mazmorra, para que aprendan. Porque la libertad es sagrada y ellos no tienen derecho a coartarla. Pero yo, si les digo la verdad, he quedado agotado de tanta procesión y de tanto sermón, sin haber asistido a los desfiles y escuchando los sermones por la tele. Me duelen hasta las piernas de tanto caminar, pero sin caminar. Por fin hoy se acabó y ya todo el mundo está en su sitio y la gente se ha puesto a trabajar, después de haber aguantado colas en las carreteras, playas atiborradas, piscinas meadas y restaurantes muy caros y muy malos, en donde te dan mal de comer. No me digan que todo este aparato no forma parte también de la Semana Santa. Todo esto se ha terminado ya y entramos en el final de curso para los estudiantes, la gente se quita los calcetines, se enfunda los náuticos, cuelga en el armario las chaquetas y se encasqueta el “polo” y hasta cambian de actitud los funcionarios, con el moreno breve de la semana de pasión. Todo está escrito, un año tras año sucede lo mismo y es la costumbre la que manda. Esta mañana los funcionarios –sobre todo las funcionarias– colgarán sus chaquetas en la silla, y ya en mangas de camisa, se dirigirán a “El Corte Inglés” de compras, mientras los ciudadanos esperan. Ley de vida. No son todos ni todas, ¿eh? Hay excepciones en este baile del minué del vuelva usted mañana.
2.- Yo aprovecho para hacer todas estas disquisiciones cuando lo más que he visto en esta Semana Santa es fútbol. Me habían invitado al palco del “Bernabéu” el martes, día 18, billete de avión incluido, pero a la vista del resultado de la ida ante el Bayern, pedí, y me fue concedido, trasladar la invitación al domingo, al partido llamado “clásico” entre el Real Madrid y el Barcelona. Clásicos son todos porque en la Liga siempre se enfrentan, año tras año, los mismos equipos, pero vamos, por una vez, a respetar los tópicos inamovibles del fútbol, que son de verdadero campeonato. En fin, que me voy al clásico, si Dios quiere, y veré por televisión el encuentro de vuelta entre el Real Madrid y el Bayern de Munich, que no creo que tenga demasiadas complicaciones para el Real Madrid, aunque quién sabe. En el fútbol nunca se sabe nada, por eso tienen tanto éxito las apuestas.
3.- Sí he puesto mucha atención en estos días a las palabras del papa Francisco, muy cascado por el desgaste en estos breves años de pontificado. Muy lúcido cuando habla de lo que está ocurriendo en el mundo. El papa tiene ya 80 años y, aunque parece que goza de buena salud, debe estar agobiado por las persecuciones a los católicos, por la violencia generalizada, por las luchas religiosas, por el comportamiento de algunos –pocos– sacerdotes y por un montón de problemas que tiene la Iglesia. Le deseo suerte. El papa Bergoglio es un tío estupendo, un hombre de una humanidad fuera de lo común, un sacerdote sencillo y afable, que rebosa bondad. Miren, para confirmar todo esto sí que me ha servido la Semana Santa. Y, además, es un gran aficionado al fútbol.