jueves. 15.05.2025

Por Andrés Chaves

1.- Titilan a lo lejos las luces del Valle en una noche muy fría del enero tardío y se mecen suavemente, frente a la vieja mesa de mi padre y de mi abuelo, sobre la que escribo, los árboles altos del Jardín Botánico. A mi derecha presume el Teide de su sombra mastodóntica y a mi izquierda veo con claridad las bombillas encendidas de la Punta del Sol, el último lugar de ese Norte que deja de iluminar el astro, en cada atardecer. Creo que soy un afortunado ante la quietud de La Paz; sólo escucho el leve rugir de un automóvil lejano que destroza su amortiguación en la vieja y descuidada carretera del Botánico. Esta tarde he bajado al Puerto de la Cruz a la búsqueda infructuosa de una camisa de Abercrombie & Ficht , que dicen que vieron de mi talla en unas rebajas. He comprado lotería. He visto cómo junto al edificio enfermo, el Iders, hay un cartel de obras del Cabildo de 2002. Conviene que lo retiren para no abundar más en la sensación de abandono de la zona. Se lo he dicho al pacífico y eficaz alcalde Brito y se desborda su entusiasmo contándome lo que él quiere para la ciudad. Que es lo mismo que quiero yo.

2.- Aparece la Luna, en su recorrido hechicero, dejando ver unas nubes altas y sospechosas que amenazan precipitación. He cenado salmón en el Magnolia; me ha invitado un amigo. He terminado un artículo para un portal digital serio. He supervisado la instalación de una cocina. He escuchado las noticias en la televisión: más de lo mismo, más muertos que vivos. A este paso, ¿quiénes van a quedar? He leído una entrevista de Juanito Cruz a Alberto Oliart , el octogenario responsable de RTVE; muy buena. Esta mañana he entrevistado a Marcos Brito , he leído un artículo sobre Venezuela de Eduardo Guerra para la radio y he hecho otra hora y media de radio, hoy sin ganas. Mañana (ayer para el lector) estaré media hora en Mi Tierra Televisión para discrepar de una sentencia judicial. Esta mañana, mi dentista y amigo, el doctor Naveiras , me ha empastado un canino.

3.- Estalla levemente el cristal de mi despacho. Las vigas de madera del techo no dejan pasar el correr de mis perros, que retozan en la terraza, a la luz de la Luna. Han cerrado los restaurantes de mi edificio, que parece un paisaje urbano parisino de los barrios finos cercanos a los Campos Elíseos. Siento volar la envidia a mi alrededor; me gusta, no lo puedo evitar. He tomado mis nueve píldoras de la noche, regadas con agua de sabor a melocotón. Y dentro de unos momentos, cuando el ordenador deje de crear palabras, me dormiré las cuatro horas de cada día. Rendido.

achaves@radioranilla.com

Luces del Valle
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