jueves. 25.04.2024

Para no aburrirles con los pactos, voy a hablarles de un sueño, que podría convertirse en un buen cuento. Estoy en Nueva York, en una suite del hotel Plaza, con mi familia. Y me extraña que debajo del lavabo del cuarto de baño aparezca una urna de cristal, con un hombre negro dentro, aparentemente muerto. Pregunto al botones que nos acompaña a la habitación y me dice que ese sujeto apareció por el hotel un día, pidió y pagó una habitación y que la había diñado allí mismo, pero el juez nunca acudió a levantar el cadáver. La dirección optó por meterlo en una urna y mantenerlo allí durante años, a ver. “¿A ver qué?”, pregunté al botones, que respondió: “Tiene usted razón, a ver nada”. Total, que un día me voy a lavar las manos y veo que el hombre mueve una mano, más tarde intenta incorporarse y finalmente rompe el cristal y sale corriendo. Yo empiezo a gritarle a mi padre que llame a seguridad y mi hermano y mi sobrino, allí presentes, están más entretenidos jugando a la play que interesados en la fuga del hombre negro. Salgo corriendo tras de él y, con la ayuda de la seguridad, lo acorralamos y lo sentamos en el suelo, a la espera esta vez de la Policía, no del juez, que sabíamos que no iba a venir. En ese momento me despierto. Relaciono el sueño con un hecho real. La ilusión de mi padre era conocer NY. Y lo llevé conmigo en uno de mis viajes. Un domingo, oyendo misa en la catedral de San Patricio, vimos cómo un tropel de policías corría detrás de un hombre negro. Había matado a un tendero armenio. Lo arrestaron. No sé si sería el mismo tipo del hotel, pero en San Patricio urna no había. Creo que tengo que comer menos de noche.

Publicado en Diario de Avisos

El hombre negro del hotel Plaza de NY
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