viernes. 02.05.2025

He trabajado tanto a lo largo de 50 años que no sabía lo que era el nada que hacer. Y resulta que no hacer nada es fantástico y lo es más cuando tienes la conciencia tranquila de que significa un premio al que tiene derecho todo ser humano en mis circunstancias. Ahora me fijo mucho más en las cosas que me rodean, estoy más con mi familia –sobre todo con mis hijas- y hago lo que me da la gana, aunque es verdad que esto ha ocurrido siempre, con matices. Cada día hago una caminata por mi pueblo, cada día me siento en una tertulia con amigos, cada día veo series de televisión, cada día escribo una crónica de 300 palabras para el periódico, cada día repaso documentos viejos, contemplo antiguas fotos y reviso recuerdos de toda mi vida. Estar jubilado es un placer, con el único inconveniente de que mi voluntad ya no le gana a mis fuerzas, y aplíquenlo a cualquier cosa, con lo que me paso los días quedándome con las ganas. Yo no soy una persona de muchos amigos, pero sí cultivo algunas amistades que me aportan algo y este es otro placer. No me interesa quienes se acercan a contarme gilipolladas, ni aguanto un solo rollo, ni soporto a un solo plasta, de esos que se apostan en las esquinas para darte la paliza cuando pasas. Cuando alguien se acerca para preguntarme: “¿Sabes quién soy?”, siempre le digo que no; es decir, soy sincero. Y tampoco espero a que me lo explique porque detrás del tipo viene un rollo. Por favor, no me quiten mi nada que hacer, que me lo he ganado a pulso trabajando sin descanso durante 50 años. Disfruto, pues, de lo que los italianos llaman el dolce far niente, la agradable ociosidad.

Publicado en el Diario de Avisos

Fantástica crónica del nada que hacer
Comentarios