viernes. 29.03.2024

Emulando al gran Luis Suárez, el jugador azulgrana que mordió a otro durante un partido de fútbol y casi se lo come a cachos, un tipo, en Las Palmas, acaba de arrancarle la oreja a otro, usando el mismo método. Fue tras una discusión sobre un chino, allí presente, con comentarios xenófobos de por medio. Los pobres chinos, que en las películas del lejano Oeste americano siempre aparecían como cocineros sonrientes, no viven un buen momento. El otro día vi a uno lavando el coche e instintivamente me mosqueé -por la cosa del coronavirus-, una estupidez que corregí inmediatamente acercándome, amable, al oriental y alcanzándole los trapos de secado. El suceso de la mordida en el tronco de la oreja de un canarión a otro fue denunciado ante la Policía, que nada pudo hacer con los trozos del pabellón auditivo sobrantes. Parece que se salvó gran parte de la oreja, aunque el afectado quedó muy mermado el pobre, porque ya se sabe que en el troco de la protuberancia reside parte de nuestro equilibrio. La gente anda un poco nerviosa en estos tiempos y hasta se pelean los del mismo bando, como la ministra de no sé qué, Irene Montero, y el ministro de Justicia, del que lamento no saber –ni me interesa- cómo se llama. Parece que definitivamente queda proscrito el piropo, tan español, y ha tenido que ser la elegante Cayetana Álvarez de Toledo la que le ha dicho a su partido -el PP- que a ella no le enseña nadie a ser mujer, ni le impone obligaciones de género. Me encanta esta diputada. Total, que un mordisco en el tronco de la oreja me ha permitido adentrarme en cuestiones arriesgadas del feminismo rampante, principio y fin de todas las cosas. Y eso que todas las orejas son iguales, eso sí, unas mayores que otras. Como todo.

Publicado en Diario de Avisos

En el tronco de la oreja
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