Por Andrés Chaves
1.- El lunes pasado, a mediodía, tomaba un cortado con Milagros Pérez León , presidenta del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA), en una pizzería situada frente al Jardín Botánico del Puerto de la Cruz. De pronto el cielo se puso negro y comenzó a llover torrencialmente. Le dije a Milagros: "Si esto dura un par de horas se convertirá en una catástrofe". Justamente tres horas después, Rubén Rodríguez , empleado de mi empresa, me comunicaba por teléfono que mi casa de La Orotava corría riesgo de inundación; las carreteras fueron cortadas, se desbordaron los barrancos, arrastrando docenas de vehículos, y se produjo un verdadero caos en el norte de la isla. Pudimos controlar la riada, que había puesto a nadar a mis perros, y salvar la casa, pero vimos, con pavor, cómo los barrancos se lo llevaban todo, los torrentes cortaban vías y se producía tal colapso de tráfico que a las doce de la noche aún dejaba colas en las carreteras. Lo más grave es que nadie anunció el diluvio universal. El canal 24 horas de TVE, la noche anterior, dijo en su parte sobre el tiempo, yo lo escuché, que se producirían "ligeras lluvias" en el norte de Tenerife. ¿Dónde está la Agencia Estatal de Meteorología? Una vez más, la predicción del tiempo se toma a cachondeo, o no se informa debidamente a la población por parte de las autoridades. Y no me digan que fue una tormenta de improviso. No me extraña nada, sin embargo, porque la riada de Santa Cruz de hace unos años (8 muertos) no fue predicha y de la llegada de la tormenta tropical Delta se informó desde la central meteoróloga de Florida (USA). No desde España.
2.- Yendo hacia mi casa, desde la oficina, situada en La Paz (Puerto de la Cruz), vi una furgoneta sepultada por las aguas en plena calle. Aunque en edad provecta, me gusta conducir; y puse a prueba mi Hummer H-3, que es un jeep pensado para lidiar situaciones extremas. Parecía un anfibio, pero ni se inmutó. Superó con valentía el gran charco y me condujo sin incidencias a mi destino. Vi coches en las cunetas y gentes incrédulas que no se explicaban cómo el coche podía circular en tales circunstancias, pero así fue. Los barrancos eran un espectáculo. La situación que vivimos el lunes, en el norte de Tenerife, singularmente en el Valle de la Orotava, fue tremenda.
3.- Y es que estamos vendidos. Caen cuatro gotas y se decreta la alerta naranja, pero el mundo se viene abajo y nadie lo anuncia, hasta el punto de que había coches aparcados en los barrancos -como en la desembocadura del de San Felipe, en el Puerto de la Cruz-, cuyos propietarios no tuvieron tiempo de recogerlos y los puso la riada en el mar. Mi gran preocupación añadida era que en una habitación de la planta baja de mi casa se apilaban las cajas de libros que he donado al Puerto de la Cruz. Algunas se mojaron, pero pudimos salvar la gran mayoría de estos volúmenes. El resto de la tarea la tendrá que realizar la biblioteca municipal, destinataria de la donación. Lo siento.
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