Por Andrés Chaves
1.- Una vez, César González-Ruano le preguntó a Azorín qué era la vejez. El maestro no lo dudó. Le respondió: "Falta de curiosidad". La vejez no son los años. Un intelectual nunca envejece, sino que se enriquece. Un poeta se mantiene siempre joven. Los hilos de plata de su cabeza vienen dados por los golpes de la vida, no por los años. La lírica mantiene vivo al hombre. El amor nos hace jóvenes; cualquier clase de amor. La música enerva los sentidos, a toda edad. Y la escritura. Hasta el dandismo, ese término elegante y abstracto que hace que la gente se cuide para sorprender a los demás, rejuvenece. Dice César que la criatura muere cuando ya no quiere nada. Mientras se mantengan las ganas de vivir, la muerte irá cediendo terreno. Hoy las personas duran muchos años, en plenitud. Lo que ocurre es que tantas veces no se respeta a la gente mayor, que es precisamente la que nos puede llenar de vida a quienes vamos camino de serlo.
2.- Es muy torpe, pues, la actitud del jubileta que se enfunda el chándal y se calza las alpargatas del ocho. Ha equivocado el equipaje. Porque ni está en edad de jugar al fútbol ni es elegante arrastrar cholas por el asfalto. El jubileta debe huir de los uniformes y acudir al dandismo como escape. Un viejo vestido a la inglesa, con su pelo gris, su blazer, su corbata a rayas o de lunares y su pantalón perfectamente planchado da gloria verlo. Un jubileta que mira la obra a través del agujero de la tela verde que limita la acera es un despojo. Nuestros jubiletas, quizá por el clima, rechazan la elegancia. Y provocan que sus esposas los expulsen a las ocho de la mañana, a por el pan, y no los admitan sino cuando tienen hecho el almuerzo. Mientras, esos pobres hombres vagan por la ciudad con una bolsa de plástico como equipaje.
3.- Luego, por la tarde, le sacan las tripas a los sofás durmiendo siestas interminables, en vez de coger un libro y darle mil vueltas hasta caer exhaustos. Si la economía requiere alargar la vida laboral de los viejos, para nosotros, futuros ancianos, será una salvación. Este será un país para viejos. No habrá tiempo para ir a buscar el pan y seguiremos ante el ordenador por días indefinidos, hasta que la muerte nos separe. Bendita crisis, pues, que resucitará la coquetería y enterrará el mandado, principio del fin de todos los jubiletas que en este mundo malviven.
achaves@radioranilla.com