martes. 23.04.2024

Fue Jeremías, en la Biblia, quien dijo que el corazón del hombre es tortuoso e inescrutable, pero no parece probable que Siturama Rajarao haya leído la Biblia; es hindú. Y se quedó tan de piedra cuando su mujer parió gemelas que le sobrevino un ictus, del que se recupera a duras penas. Nada de esto tendría sentido si yo no me apresurara a decir que Siturama ha cumplido 82 años y la parturienta de su mujer, 73. Se habían sometido a un tratamiento de fertilidad, pero el anciano no se imaginaba que su ya añeja semilla iba a producir ese milagro en el vientre de su esposa. Mas el hombre galló. Lo de Jeremías viene a cuento de que Siturama se encomendó a todos sus dioses para que su corazón abandonara los miedos y su aparato reproductor recuperara la confianza, sin siquiera acudir a otras gasolinas de más jóvenes octanajes. Una oportuna cesárea liberó de peso a su esposa, en tiempo y forma, y las niñas crecen felices, mientras Siturama se recupera en un hospital, medio atontado por el samagazo, tradúzcase el posible canarismo como susto. En este mundo de hoy nada se hurta a la ciencia, salvo la carne mechada. En la India soportan la caca de vaca en las calles y aquí sufrimos el aceite de colza y la carne mechada, pero afortunadamente doña Mangayamma, que así se llama la fértil anciana, mantuvo una voluntad férrea, dicen que derivada de su pasión septuagenaria. Ya no hay viejos, sino que morimos sin envejecer del todo, porque la ciencia, repito, nos mantiene revisados, como al reactor de un moderno avión, hasta que todos acabamos en el desierto del Mojave. A ver si el anciano supera el tontín, hombre, ya no digo para ver crecer a sus hijas porque eso sería demasiado, sino para darles un biberón o dos.

Publicado en Diario de Avisos

El indio sorprendido
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