1.- Confieso que ahora sigo Gran Hermano, porque en mi casa el programa es una locura. Yo no entendía nada, ni jamás lo había sintonizado, pero como no me puedo sustraer al entusiasmo de los míos, he sucumbido y estoy viendo al cura salido, a los concursantes analfabetos funcionales en general, a las pajilleras, a las folladoras y folladores, a los bailarines, a las revoltosas y a las señoras madres que los parieron en la casa y en el plató. Es decir, que veo de todo. Y tengo que decir que este programa, absolutamente inconsistente, sin contenido cultural alguno, dañino para los jóvenes ociosos y que cuenta una tras otra las cuitas cotidianas y las miserias más dignas de ser ocultadas con celo, tiene un impacto televisivo tremendo. Y un rendimiento publicitario, por lo que se ve, muy jugoso. Así que Tele 5, que no predica precisamente cultura, sino todo lo contrario, se ha lanzado de lleno a conquistar esa miseria, de la mano de cultísimos presentadores como pueden ser, y son, Jordi González , Mercedes Milá y José Javier Vázquez , que también ponen lo suyo. Los únicos que son cultos son los presentadores (hago las excepciones de rigor), y algunos invitados como la periodista Carmen Alcaide , que a mí me encanta y me pone, como no podía ser menos; y Boris Izaguirre , que no me pone nada pero es gracioso, histriónico y aporta su grano de arena a la gran confusión y al gran debate. Así que estoy enganchado a Gran Hermano, en los momentos en que mi frenética actividad profesional de prejubilado, que apenas me deja minutos para el descanso, me lo permite. Merece comentario aparte el fraile barbado allí encerrado, suspendido a divinis (es decir, para ejercer como eclesiástico) por la autoridad competente, y al que le gusta más un culo femenino que a un tonto un bolígrafo; lo cual me parece bien, ya que porque sea cura no va a renunciar a las formas que el propio Creador puso en la parte trasera de las señoras para deleite de los que nos gustan las señoras.
2.- En estos días de seguimiento del programa no puedo más que citar a la conejera Noemí , que haciendo honor a la etimología de su procedencia se ha pasado por mimbre, bien de facto o bien con la intención, a jovencitos de buen ver, tanto en territorio nacional como en el de Lula da Silva , al que fue destinada por una semana. Y por los movimientos del edredón, acompasados, cortos y con cierto ritmo, se le supone lo mejor. Pues que le aproveche, que en edad de merecer sí que está esta hermosura de pelo ensortijado, voz afónica y acento canarión oriental; es decir, muy fuerte cloquío. Porque ya se sabe que donde hay pelo hay alegría y Noemí parece que la tiene, a raudales, por las greñas que se le ven, que son muchas y enmarañadas. Ya digo que estoy muy puesto en la cosa, aunque a mí la que realmente me gustaba era una tal María , originaria de Jerez de la Frontera, a la que echaron a las primeras de cambio porque era un bombonazo de aúpa y despertaba entre ellas muchas envidias. O sea, que ahora la veo en el plató.
3.- Pues estoy la mar de entretenido, como ven, y solazado, contemplando la exposición de vidas jóvenes -bueno, el cura no es tan joven- en una casa aislada, en la que todos los días pasan cosas normales, elevadas a anormales por la imaginación del espectador. Que es mucha, porque se nutre de insinuaciones, de imágenes a medias, de sobreentendidos y de esas cosas que nunca se revelan del todo, lo que las hace nimias a la par que misteriosas. Y no me separo de la tele los días que toca, e incluso como una vulgar maruja me pongo a comentar con los míos lo que está ocurriendo, como si un servidor fuera uno más de aquella fauna. Confieso que Gran Hermano me está quitando tiempo de lectura y de trabajo, pero también tengo que hacer alguna concesión al ocio y al sexo convexo; de los demás, claro, porque uno ya no está en edad de merecer demasiado, aunque quién sabe.
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