jueves. 08.05.2025

1.- El mago, que maneja a su antojo el lenguaje, feminiza el ocaso de los tiempos. Y en vez de hablar del fin del mundo pues define el trance como "la" fin del mundo, no me pregunten ustedes por qué, desocupados y amables lectores. Pues, si Dios no lo remedia, el próximo día 21 llegará la fin del mundo, con lo cual nos ahorramos el cuarto trimestre del IGIC y del IRPF y los sueldos de fin de mes y, por muy poco, la paga extra de Navidad. Fíjense hasta qué punto llega la neura en USA que la NASA, que ha dicho oficialmente que no pasará nada relevante en esa fecha, al menos desde el punto de vista astronómico, recibe cada día miles de llamadas de ciudadanos preocupados por las profecías de los mayas. En este mundo siempre ha habido profetas de éxito diverso, desde Daniel a Nostradamus , pasando por Malaquías y los propios brujos mayas. Gente dedicada a poner las greñas de punta al personal. Yo, antes, era muy temeroso de la fin del mundo, incluso soñaba con el juicio final, los jinetes del Apocalipsis y esa tropa destructiva que convertirá todo en cenizas. El otro día, ingenuamente, el periodista de Tele 5 Jordi González preguntaba a una monja progre por qué Dios, si es tan bueno, permite tanta desgracia. Es una pregunta que también yo, igual de ingenuamente, me hacía desde chico; pero ya no, porque tengo mis dudas sobre la existencia de Dios. Son dudas razonables. Un amigo filósofo, que ya murió, Eduardo Acosta Méndez , profesor que fue de la Universidad de Alcalá de Henares, se reía mucho conmigo cuando yo le decía que era bueno cumplir los mandatos de la Iglesia, por si acaso, pero no por convencimiento. Una vez, hace ya muchos años, cuando me encontraba estudiando en mi colegio mayor de Sevilla, de madrugada, interrumpí un rato el estudio para hablar con un compañero de carrera sobre la existencia de Dios. Fue en ese momento cuando empezó a temblar la tierra y se produjo uno de los mayores terremotos ocurridos en España en los últimos cincuenta años. Aquello me marcó mucho, pero también me marcaron las sicofonías que un grupo de periodistas y técnicos de la radio obtuvimos, una vez, en un estudio cerrado de Radio Nacional de España en Tenerife. Permanecí muchos días sin dormir y todavía se me pone la carne de gallina cuando recuerdo el momento en que escuché, antes de agarrar la manivela de la puerta del estudio, al abandonar el lugar, una voz que gritaba: ¡Abre la puerta!". La voz quedó grabada, nítidamente, en el "nagra" profesional que estábamos manejando. Eran gritos que pedían auxilio desde un hipotético más allá. Fue impresionante. Y es que en el fondo uno sí cree; y entonces es imposible contestar la pregunta de Jordi González a la monja progre, aunque ella lo hizo, pero no recuerdo lo que dijo, la verdad. No debió impresionarme mucho la respuesta.

2.- Les cuento todo esto ante la hipotética llegada de la fin del mundo, el día 21 de diciembre, fecha en la que muchos respirarán tranquilos si el planeta logra llegar a las doce de la noche. También en el año 1.000 creía el pueblo que iba a llegar el final de los tiempos y esto se refleja en el arte y en los monumentos que se conservan de la época. Desde siempre, aún en los tiempos en que el hombre ha logrado poner una nave en Marte, existe un poquito de miedo cabroncete a lo que nos pueda pasar, viviendo como vivimos en una esfera minúscula y azul que gira en el infinito y que no se desvía de milagro. Y la palabra milagro tómenla ustedes como quieran, ya que les he confesado que tengo dudas razonables sobre quién nos puso aquí. El periodista Domingo de Laguna , a quien Dios tenga en su gloria (ya ven lo que me ha durado el ateísmo), hablaba mucho de la fin del mundo, pero no había que hacerle mucho caso porque Domingo fue el autor de la siguiente frase, que ha pasado a los anales del periodismo local: "Era de noche, y sin embargo, llovía". Ya ven que ni chiquito profeta.

3.- Me apetecía escribir de la fin del mundo, así, en femenino, que queda como más entrañable y simpática. Las profecías sobre las divisas de los papas, que a veces coinciden con hechos sobrenaturales, marcan el territorio. Aquí intervienen Nostradamus, Fontbrune y Malaquías, traducidos a todos los idiomas posibles. Según estas profecías -y que me corrija mi amigo el médico César Rodríguez Maffiotte , que es un experto en la materia-, este será el último papa de esta era, el anciano Ratzinger , que ha trasladado la procedencia de los magos de Oriente, y los ha situado en Andalucía, y que ha eliminado el buey y la vaca de los nacimientos. De un plumazo. A lo mejor en esto consiste el cambio de era. Otros, más atrevidos, relacionan a los mayas y a los adivinos citados con el contenido del tercer secreto de Fátima, que también pone los pelos de punta a los que creen en esas cosas y hasta a los que no. Ustedes sabrán. Yo, por si acaso, me he puesto a rezar, aunque debería darle a la guitarra, como en aquella película en la que los italianos estaban convencidos de que el mundo se iba a acabar y Domenico Modugno , para alegrar al personal, les obsequiaba con sus mejores canciones. Como Modugno murió, acudamos a Benito Cabrera : "Vamos, cantemos, somos siete, sobre el mismo mar".

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El fin del mundo
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