miércoles. 14.05.2025

Por Andrés Chaves

1.- Unos cuarenta funcionarios del Instituto de Atención Social y Sociosanitaria (lo cual ya es, en sí, una redundancia) del Cabildo de Tenerife desayunan gratis desde hace años. Es decir, que sus brunchs los pagamos usted y yo. Al margen de que yo, de gobernar (que no voy a gobernar), prohibiría el café en los centros públicos, la cosa me parece aberrante. Este país sufre de adicción enfermiza a los cafés, sobre todo la sufre el estamento funcionarial, numeroso y ciertamente ocioso. El café es la primera perdición del desocupado funcionario, que ingiere una media de cuatro en su horario laboral, se destroza el píloro y no dispara gongo. Si ustedes quieren presenciar caravanas de ociosos vayan al bar de la planta baja de El Corte Inglés y verán desfilar por la zona a medio palacio de justicia. O echen un vistazo a los bares de los edificios múltiples y otros adyacentes, donde hay siempre más empleados públicos que en sus puestos de trabajo. Un escándalo.

2.- Para más tormento, ahora resulta que a un grupo de privilegiados le untan la mantequilla con el dinero público. Genial. El Gobierno de Canarias, a través de Soria , pidiendo austeridad y el Cabildo engordando los estómagos de estos aprovechados. Sólo falta que cualquier sindicato salga en defensa de alargar la hora del café, ya de por sí duradera de cojones. Yo, si mandara, pondría al presidente y a los consejeros del Gobierno a viajar en tranvía. Ni un euro más de gasolina oficial para lo cotidiano; al tranvía, coño, a sufrir la apretura de una hora punta y la alegría de verlo llegar. Serían más humanos, más cercanos y más populares. Y obtendrían más votos.

3.- Pero lo del desayuno remunerado, o sea, de baracalofi, es muy fuerte, que ya lo publicó este periódico el pasado domingo. No creo que exista parangón en el mundo, así que animo a Ricardo Melchior , presidente de la cosa, y a Cristina Valido , mi querida amiga, a que tomen cartas en el desayuno y procedan a abolir la costumbre, que puede hacerse ley, con los peligros que ello entraña. El que quiera desayunar cuatro veces, como todo buen funcionario, que se lo pague. Que bastante hacemos los ciudadanos con esperarlos mirando a sus chaquetas colgadas de las sillas; porque ellos creen que colocando amorosamente las americanas, ya está la jornada cumplida. Pues no, hay que poner los culos sobre las sillas, aunque sea un ratito.

achaves@radioranilla.com

El café
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