miércoles. 17.09.2025

Por Andrés Chaves

1.- Un amable lector, sin nombre conocido, me refresca la memoria. Érase una vez (es histórico), en el Guimerá, delantera paraíso y gallinero a reventar, se representaba la Pasión de Cristo. Cuando Jesús le dice al buen ladrón, Dimas , que le acompañe al Paraíso, del gallinero se elevó un vozarrón, que decía: "¡No, no lo mande, porque aquí no cabe ni Dios!". Fue desalojado el recinto, por orden de la autoridad. La cosa se volvió a repetir en una fiesta de la Patrona de Canarias, la Virgen de Candelaria. En medio de aquel silencio sepulcral, sólo turbado por la actuación de los vates, tronó otra voz: "¡Que recite el Guajiro !". Personaje popular este Guajiro, que asistía al estreno, vociferó, a su vez, desde el patio de butacas: ¡No, quien va a recitar es tu puta madre!". Se armó una muy gorda, con intervención de la guardia incluida. Esto me recuerda la anécdota de un cantante vasioleta, que llegó a Santa Cruz formando parte de una compañía de zarzuelas. Cuando el tenor hace la pausa en la estrofa: "Caballero de gracia me llaman", recitada con bastante pluma, otro grito salió del gallinero: "¡Maricón!". Ya saben ustedes que la estrofa continúa "? y efectivamente soy así". La que se armó.

2.- Boxeaba Barrera Corpas en la plaza de toros chicharrera. Su rival era un negro, al que Corpas machacaba sin piedad. Lo tenía noqueado sobre el ring y de la cuarta o quinta fila se escuchó, como un hilito imperceptible, la voz de un matiento que decía: "Corpas, Corpas, ¿por qué desprecias su colol?". Eliseo Izquierdo siempre cuenta la anécdota ocurrida durante un auto sacramental, interpretado, entre otros, por Eloy Díaz de la Ba rreda , el famoso Tío Pepote, gran actor y mejor persona. A su compañero de reparto se le olvidó el papel y tampoco escuchaba al apuntador, así que en medio del auto, se dirigió a Eloy y le dijo: "Mira, Pepito Calavera , toma estos dos denarios y vete a pelarte". Agravado por el hecho de que Eloy era completamente calvo.

3.- Me cuenta mi comunicante que el Guajiro, al que todo el mundo tomaba el pelo, se montó un día en el tranvía y tocaba el timbre con insistencia para que le pararan en el destino elegido. Pero el conductor, para fastidiarlo, lo llevó hasta La Laguna, haciendo caso omiso a las señales de que se detuviera. Estaba reciente el secuestro del trasatlántico portugués "Santa María" a manos del capitán Galvao . El Guajiro no cesaba de gritar: "Detente, Galvao; detente", dirigiéndose al ferroviario. Imaginen la juerga. Y es que hoy no tenía ganas de hablar de política.

achaves@radioranilla.com

Delantera paraíso
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