Hay calma chicha en la superficie y volcán por dentro. Cataluña, tarde o temprano, va a estallar y la peor parte se la van a llevar los separatistas, porque la razón está del otro lado. Y la ley. Puigdemont, Torra y su banda están colocando a Cataluña en un callejón sin salida y, además, bailando sobre un polvorín. Si, por desgracia, se producen víctimas en la Diada -que ojalá no- se les acabará el cuento. Hasta ahora han provocado, amagado, amenazado, pero no han dado. Tampoco han recibido. Su discurso es una gran mentira, eso que ahora se llaman fake news, noticias falsas, en ese empeño que tenemos los españoles en traducirlo todo al inglés. Si Puigdemont era un kamikaze de cinco estrellas, este de ahora, el tal Torra, es un loco de atar. Todo lo inició Mas para salvar a Pujol y Cía de la cárcel, pero Mas se ha escondido, una vez que le pagan sus multas judiciales y que ha salvado su patrimonio. Mas es tan peligroso como Torra y como Puchi, pero mucho más listo. Piensa con el mentón y los otros no piensan. Sánchez, Pedro, tarde o temprano, no sólo tendrá que aplicar de nuevo el artículo 155, sino probablemente suspender la autonomía. Estos no van con la zanahoria, sino con el palo, tomando por palo medidas políticas coercitivas fuertes para que depongan su actitud y se coloquen del lado de la ley. El otro día estuve en Barcelona: una auténtica mierda de ciudad; con lo que era Barcelona. Ni la sombra de aquella: una ciudad sin alma, una capital con miedo, un núcleo urbano que se ha vuelto peligroso, sucio, abandonado a su suerte. Hay que tener en cuenta que Colau es la alcaldesa. El nivel intelectual brilla, pero por su ausencia. Qué pena.
Publicado en el Diario de Avisos