viernes. 29.03.2024

La matraca de los hoteles y la Casa de las Cúpulas

El proceso de regularización de la planta hotelera del sur de Lanzarote que ha iniciado el Ayuntamiento de Yaiza ha vuelto a poner al descubierto la tremenda mentira que durante años se vendió para que algunos hicieran caja. Algunos insisten en pedir que se derribe algo, lo que sea, con tal de aparentar que tenían razón. La verdadera razón camina por otro lado

Hace unos meses recogíamos en esta misma sección del periódico que diecisiete años y unos cuantos millones de euros después de que al Partido Socialista (PSOE) que en 1998 presidía Enrique Pérez Parrilla y dirigía con mano firme Segundo Rodríguez aprobara la moratoria turística supimos que no se iba a tirar al piso ningún hotel ilegal de Lanzarote. Esto lo dijo a principios de noviembre la actual alcaldesa de Yaiza, Gladys Acuña, y lo ha vuelto a repetir este lunes la misma alcaldesa durante su intervención en el programa “A buena hora” de Crónicas Radio-COPE Lanzarote. La diferencia entre lo dicho en noviembre y lo dicho en febrero es que ya se están concretando asuntos que anteriormente sólo se veían como cercanos, como el hecho de ir analizando uno por uno cada caso. La verdad, que algunos hicieron gastar toneladas de dinero público para mantener vivo un debate que se tendría que haber resuelto a través del diálogo entre las partes.

El grupo de gobierno de Yaiza está, como ya informó este diario, metido en la compleja tarea que otros le dejaron de regularizar la planta hotelera que se quedó fuera de planeamiento tras la cruenta batalla legal que realizó el Cabildo de Lanzarote una vez que se dieron cuenta de que la chapucera moratoria turística que planteó el urbanista Fernando Prats y que recibió todo tipo de bendiciones por el querido por algunos jefe de la Oficina del Plan Insular Leopoldo Díaz y por la Fundación César Manrique provocó el efecto contrario al que se esperaba. Como ha explicado Acuña, no se va a derribar totalmente ningún establecimiento porque no existe ninguna sentencia que lo determine. Sólo se derribarán, y en pocos casos y atendiendo al criterio municipal y a lo que recoge su nuevo Plan General, partes de hoteles que no debieron construirse. Todavía, muchos años después, seguimos sin saber qué hoteles son y cuándo tendrían que derribar lo que se determine en el actual proceso. Y no lo sabemos porque el Consistorio está haciendo las cosas bien, con unas enormes limitaciones de personal y poniendo buena voluntad para que en el futuro no se vuelva a hablar de este tema. Pero ya con casos concretos. En estos momentos se habla mucho de un establecimiento, el Son Bou, que tiene complicado continuar como está ahora. Sin embargo, porque de momento no estamos en un régimen comunista en el que no se respeta la propiedad privada, sus propietarios también tienen derechos que nos consta que van a ejercer, intentando convencer al Ayuntamiento que le concedió la licencia en su día de que se pueden y se deben arreglar las cosas de otro modo. Luego hay otros, como el Rubicón Palace, que después de años de tortura y persecución cuentan con una volumetría y edificabilidad que pasan cualquier prueba del algodón que se quiera hacer. Este hotel ya está legal al cien por cien, y seguramente nadie les compensará el viacrucis por el que han pasado sus propietarios. Y no será el único, porque ahora irán apareciendo todos los demás que estaban exactamente igual que el Rubicón, y que dejarán de llevar la etiqueta de ilegales que con tanto empeño algunos se empeñaron en colgar. Muchos cegatos de conveniencia han tardado en darse cuenta de una realidad que otros venimos años mostrando.

Una vez que sabemos que no se va a derribar ningún hotel de los que se levantaron de forma teóricamente ilegal en el sur de la Isla hay que pasar al siguiente capítulo, al de la petición de responsabilidades no sólo a los que generaron el problema y buscaron luego la interesada solución sino a los que se han dedicado durante estos años a manchar la imagen de Lanzarote por intereses totalmente ajenos al interés general. Alguien debería pagar por el daño que se ha hecho a las arcas públicas y por el tremendo daño que durante lustros se hizo a la imagen de un territorio que fue machacado dentro y fuera de sus frágiles fronteras.

Este mismo viernes la secretaria general del PSOE, María Dolores Corujo, dijo en el programa “A buena hora”, repitiendo la matraquilla que en su día usó el ínclito Carlos Espino cuando vio que el final del proceso no acababa en derribo, que los dueños de los hoteles deben compensar al interés general. ¿De qué modo, cerrando acuerdos como el de Yudaya, pagando honorarios de abogados veinte veces por encima de su valor de mercado, recalificando parcelas para cambiarles el uso, desclasificando camas que ya no se pretenden construir? El problema de la secretaria general del PSOE es que con buena voluntad está defendiendo un discurso erróneo, que pone siempre el foco de atención en unos malos de la película que en realidad no lo son tanto. ¿Quién generó el problema que hemos vivido en Lanzarote, los empresarios o los políticos y los abogados y urbanistas que les asesoraron?

La política destructiva que ha defendido la falsa progresía local, esa que trata de hacer ver a la población de bien que su único fin era la protección del territorio, de nuestro vulnerable entorno permanentemente amenazado por la voraz especulación del hombre, está llegando por suerte a su fin. De hecho, ya ni se alarman cuando se da a conocer que Tías va a construir un hotel de cinco estrellas en la saturada Puerto del Carmen. ¿Dónde está el discurso del camas cero, dónde están agentes como la Fundación? Durmiendo el sueño de los justos, porque ellos están a otras cosas que les iremos contando por capítulos.

Igual que muchos ciudadanos, algunas organizaciones políticas y algunos medios de comunicación no politizados piden que se asuman responsabilidades políticas en desastres de gestión como ha sido la que se llevó a cabo en Insular de Aguas de Lanzarote (INALSA) o en los Centros Turísticos, habría que exigir, habría que pedir, responsabilidades a todos aquellos que se han dedicado a polemizar con el tema de los hoteles ilegales para llenar el bolsillo de unos pocos.

El Cabildo que preside en minoría Pedro San Ginés está tratando de investigar las muchas dudas que plantea la política territorial que se siguió en distintos gobiernos, y que tuvo su punto culminante cuando a Manuela Armas se le ocurrió nombrar a Carlos Espino consejero de Política Territorial. El caso Yudaya, cuyas dudas planean por las cabezas de todos los que han podido leer el extraño acuerdo, o las facturas del despacho de Manuel Fajardo Palarea presentadas en teoría para luchar contra los depredadores del suelo, son dos buenos ejemplos. Pero hay más, hay mucho más. Esa es la punta del iceberg de una política falsamente nonista y tramposa que tenía como principal objetivo asentar en Lanzarote el pleito por el pleito, el río revuelto donde ha habido pescadores que se han hecho de oro. ¿Alguien medianamente informado cree que es casualidad que no se hayan aprobado a finales de 2015 el nuevo Plan Insular y el Plan General de Arrecife? En temas de política y de muchos millones de euros las casualidades no existen.

Sigue siendo sangrante que estos falsos gendarmes del desarrollo sostenible miren para otro lado cuando salen al descubierto sus vergüenzas. Es sangrante que algunos hagan correr ríos de tinta sobre la planta de más del hotel San Bou y se olviden de que existe una sentencia firme todavía sin ejecutar que ordena la demolición por parte de la Fundación César Manrique de eso que se llama la Casa de las Cúpulas. ¿Por qué nunca hablan estos falsos profetas del apocalipsis turístico de este asunto? Porque no les interesa la verdad, les interesa sólo su verdad y su negocio, no el negocio de todos.

Lo que ha dicho Gladys Acuña otra vez no ha supuesto ninguna sorpresa. Era evidente, por mucho que en sus últimos coletazos algunos utilizaran el hotel Papagayo Arena (anunciaron desde el PSOE de Carlos Espino que se iba a tumbar y una ministra del Gobierno Zapatero, Elena Espinosa, tuvo que enmendar la plana diciendo aquella frase ya famosa de que tumbar ese hotel era como tumbar un hotel del centro de Madrid) o el Financial Times (el rotativo británico publicó una insólita noticia citando a unas no localizadas fuentes de la Unesco que Lanzarote iba a perder el título de Reserva de la Biosfera) para hacer ver lo contrario, que la salida a establecimientos que se habían construido con licencia municipal en suelos absolutamente aptos para su construcción no pasaría por su demolición. Fueron muchas mentiras, una enorme tergiversación de la realidad y una campaña terriblemente nociva contra los intereses de Lanzarote orquestada e ideada por gente que vive en Lanzarote y que supuestamente ama Lanzarote.

Han jugado con la memoria colectiva, con el tiempo, y han llenado infinidad de páginas de periódico, no pocas horas de radio y televisión y soportes de todo tipo en las redes sociales con infamias que por desgracia no van a encontrar culpables. ¿O sí?

En ese caro barco para los intereses de los bolsillos de los ciudadanos se embarcó junto al Cabildo la Fundación César Manrique, desde donde todavía no han explicado por qué decidieron en su día retirar pleitos de forma selectiva a hoteles como los que se construyeron en Puerto Calero. Tampoco cuánto dinero se han gastado en esa supuesta defensa de la legalidad y con qué objetivo final. Tampoco qué piensan de que finalmente los hoteles contra los que sí que pleitearon vayan a quedar en pie. Y es que a la Fundación poco o nada les interesa la verdad, les interesa su negocio. Por eso ahora tienen a esta suerte de consejero ganso en el Cabildo haciendo todo el día gansadas que algún día le saldrán muy caras; le marcan un objetivo y se lanzan contra él, mintiendo descaradamente y juntando churras con merinas para confundir al personal y desacreditar a quienes llevamos años desacreditándoles a ellos. La diferencia es que a los que hacemos periodismo serio nos asiste la verdad. A ellos sólo les asiste la infamia.

Por suerte para la mayoría y por desgracia para unos pocos existen las hemerotecas. No hace falta hacer una búsqueda demasiado concienzuda en Google para encontrar el sustento de la patraña que se vendió al exterior y que algunos compraron con gusto. Por poner algún ejemplo:

EL PAÍS publicó el 17 de marzo de 2008 un publirreportaje bajo el título “Una Marbella emerge en Lanzarote”, con un no menos llamativo subtítulo que afirmaba que “el 23% de la planta alojativa local afronta su demolición”.

EL MUNDO publicó el 7 de julio de 2010 una información en la que se hacía eco de unas declaraciones de la responsable de la campaña de Costas de Greenpeace, Pilar Marcos, en las que afirmaba que había 22 proyectos urbanísticos en Lanzarote con licencias concedidas que “violan la normativa local, la Ley de Costas y que están paralizados y pendientes de demolición”.

LA PROVINCIA publicó el 1 de junio de 2012 una noticia bajo el título de “Los excesos hoteleros ponen contra las cuerdas a Lanzarote”, con otro inquietante subtítulo en el que se podía leer que el rotativo Financial Times había publicado un reportaje en el que anunciaba la posibilidad de que la Unesco retirara en breve el título de Reserva de la Biosfera, hablando en su interior también de la repetida demolición.

Son ejemplos de lo que sucedió durante estos tres últimos lustros. Los medios de comunicación independientes hemos tratado de mostrar la verdad, luchando contra los depredadores del territorio, que los hay, pero con propuestas que iban más allá del pleito selectivo. También hemos luchado contra los depredadores del dinero público y de los intereses generales de Lanzarote, en este caso utilizando sólo la información y contando las cosas como son. Otros no pueden decir lo mismo, y ahora tendrán dificultades para intentar reinventar argumentos que expliquen cuestiones que no tienen explicación.

La matraca de los hoteles y la Casa de las Cúpulas
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