viernes. 16.05.2025

Lanzarote ya no es la única isla del Archipiélago canario que goza de la “denominación de origen” de Reserva Mundial de la Biosfera. Por cierto, menos mal que todavía somos Reserva Mundial de eso, aunque a veces casi ni se nos nota, visto lo visto por ahí...

De hecho, ya son varias las voces y las veces que han sugerido renunciar a ese “gracioso” calificativo de Lanzarote, que no es chico ni manco sarcasmo ante la amarga realidad diaria de la creciente especulación urbanística que no para ninguna moratoria, de tantas constructoras y de tantísimos políticos con menos escrúpulos que los muchachos de Al Capone en el Chicago de los años treinta. Gracias a todo eso, y a cierta indolencia ciudadana también, puestos a decirlo todo, tenemos la isla más oriental de Canarias que en ocasiones y por según qué sitios da hasta vergüenza verla.

Definitiva y decididamente, el Lanzarote tranquilo y pacífico de antaño se nos escapa de las manos. Y no es demagogia ni estúpida melancolía “por el pasado que no volverá”, como decía la canción. Es la constatación de un hecho que podemos ver todos los nacidos aquí que tenemos un poquito de memoria. Sobrada razón llevaba el incansable Manrique cuando, hace ya muchos años, advertía de la decadencia insular y amenazaba incluso con mandarse a mudar a otro sitio en el caso de que siguiera aumentando los mil y un despropósitos urbanísticos que tanto se cansó de denunciar nuestro artista más internacional. Despropósitos que, con su muerte, se aceleraron, puesto que algunos se vieron libres definitivamente del dedo acusador de César, y hoy nadie tiene su misma autoridad moral, si hacemos la excepción de la Fundación que lleva su nombre, a la que no siempre se le hace mucho caso desde ciertas y sordas esferas del poder.

¿HABRÁ MILAGRO TURÍSTICO?

Pese a la gran crisis turística que se está larvando (las últimas cifras del significativo retroceso del número de visitantes han asustado a más de uno por aquí abajo), Lanzarote sigue viviendo casi exclusivamente de ese monocultivo: la agricultura no está de moda y la pesca sigue a la espera sólo de la estocada final, a pesar de las últimas promesas y nuevas licencias para volver a faenar en caladeros tradicionales. Muchos no terminamos de creernos esa buena nueva, y seguimos con la mosca pegada detrás de la oreja.

Los conejeros más viejos (es decir, los poquitos conejeros que van quedando en Lanzarote) acostumbran a decir que "cuando se vayan los rubios -los turistas- nos comeremos los bloques". A algunos les puede parecer exagerada esa visión teóricamente negativa o pesimista de la realidad, pero también es verdad que no van a quedar otras muchas cosas que comer, aparte del cemento. Bien se podría aplicar en el caso concreto del Lanzarote actual aquella conocida sentencia que reza que "entre todos la mataron y ella solita se murió".

En efecto, entre la incompetencia de unos políticos mayoritariamente ineptos, incapaces o incompetentes, la voracidad especulativa de determinados empresarios insaciables, y cierta indolencia o indiferencia de muchos conejeros que igual ya se han cansado de luchar en una batalla que a lo peor ya dan por perdida, entre todos hemos dejado que Lanzarote se nos esté yendo poco a poco de las manos. Pero nos gustaría creer que todavía hay tiempo para evitar su colapso total, incluso a riesgo de pecar de ingenuos.

La reserva del turismo
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